Nació
en Dublín en 1865 en el seno de una familia
angloirlandesa y protestante. Entre 1867 y 1880 vivió
en Londres, si bien pasaba las vacaciones en Irlanda.
A los diecinueve años se inscribió en la Metropolitan
School
of Arts de Dublín, que pronto abandonó para dedicarse
a la literatura. En 1887 regresó a Londres, donde
frecuentó los círculos prerrafaelitas, conoció a
William Morris,
Oscar Wilde y Bernard Shaw, y publicó su primer libro
de poemas, Las peregrinaciones de Olsin (1889), el drama
en
verso La condesa Kathleen (1892) y antologías de relatos
y leyendas celtas. En 1892 fundó la Sociedad Literaria
Irlandesa
y, cinco años después, el Teatro Nacional Irlandés.
Tomó parte activa en la lucha por la independencia de su
patria
y, entre 1922 y 1928, fue miembro del senado de la
Irlanda
independiente. En 1923 fue galardonado con el premio
Nobel.
Murió en Cap-Martin, Francia, en 1939.
Poeta y dramaturgo, una constante en toda su obra
-desde el poema «La isla del lago: Innisfree», que le
llevó
a la celebridad, hasta La Torre, una de sus
recopilaciones
más conocidas-, es el retomo a las raíces genuinas de
la cultura irlandesa: los antiguos poemas, las fábulas
y las tradiciones gaélicas.
...y aún
sueño que pisa la hierba,
caminando espectral entre el rocio
atravesado por mi canto alegre...
Si fuesen
míos los paños bordados de los cielos,
tejidos con luz de oro y plata,
los paños azules, sombríos y oscuros
de la noche, la luz y el crepúsculo,
a tus pies los tendería.
Pero pobre, cuento sólo con mis sueños.
A tus pies los he tendido.
Pisa con tiento porque pisas mis sueños.
EFÍMERO
«Tus ojos que antaño nunca se cansaron de los míos,
Se inclinan con pesar bajo tus párpados oscilantes,
Porque nuestro amor declina.»
Y responde ella:
«Aunque nuestro amor se desvanezca, permanezcamos
Junto al borde solitario del lago una vez más,
Juntos en esta amable hora
Cuando la Pasión, pobre criatura cansada, cae dormida.
¡Qué lejos parecen las estrellas, y qué lejos
Nuestro primer beso, y ah, qué viejo mi corazón».
Pensativos pasean junto a las marchitas hojas,
Mientras él lentamente, con su mano sosteniendo la de
ella, replica:
« La Pasión ha consumido con frecuencia nuestros
errantes corazones».
Los bosques los rodeaban, y las amarillentas hojas
Caían en la penumbra como desvaídos meteoros, y
entonces
Un conejo viejo y cojo renqueó camino abajo;
Sobre él, el otoño: y ahora se detienen
A la orilla del solitario lago una vez más:
Volviéndose, vio que ella había arrojado las hojas
muertas,
Húmedas como sus ojos y en silencio recogidas
Sobre su pecho y su pelo.
«Ah, no te lamentes», dijo él,
«Que estamos cansados, pues otros amores nos esperan;
Odiemos y amemos a través del tiempo imperturbable,
Frente a nosotros yace la eternidad; nuestras almas
Son amor, y un continuo adiós. »
LA ROSA
DEL MUNDO
¿Quién
soñó que la belleza pasa como un sueño?
Por estos labios rojos, con todo su triste orgullo,
Tan tristes que ninguna nueva maravilla pueden presagiar;
Troya se nos fue con un destello fúnebre y violento,
Y murieron los hijos de Usna.
Desfilamos y con nosotros el mundo atareado:
Entre las almas de los hombres, que se despiden y ceden
su puesto
Como las pálidas aguas en su glacial carrera,
Bajo las estrellas que pasan, espuma de los cielos,
Sigue viviendo este rostro solitario.
Inclinaos, arcángeles, en vuestra sombría morada:
Antes de que existierais, o que ningún corazón latiera,
Rendida y amable permanecía junto a Su trono;
Hizo que el mundo fuera una senda de hierba
Para que ella posara sus pies errantes.
LA ISLA
DEL LAGO: INNISFREE
Me levantaré y partiré ahora, partiré hacia Innisfree,
Y construiré allí una pequeña cabaña, hecha de
arcilla y zarzas:
Nueve surcos de judías tendré allí, y un enjambre de
abejas,
Y solitario viviré en el claro rumoroso.
Y algo de paz allí encontraré, pues la paz gotea
lentamente,
Gotea desde los velos de la mañana hacia donde el grillo
canta;
Allí la medianoche es toda un tenue brillo, y el mediodía
un fulgor púrpura,
Y lleno está el atardecer de las alas del pardillo.
Me levantaré y partiré ahora; pues siempre, día y
noche,
Escucho, junto a la orilla, el suave chapotear del agua
del lago,
Y mientras permanezco sobre la calzada, o sobre la gris
acera,
Lo escucho en lo más profundo de mi corazón.
CUANDO
SEAS VIEJA
Cuando seas vieja, y canosa y vencida por el sueño,
Y dormitando junto al fuego, tomes este libro,
Y lentamente leas, y sueñes con la dulce belleza
Que tus ojos tuvieron antaño, y con sus sombras
profundas;
Cuántos amaron tus momentos de alegre donaire,
Y amaron tu belleza con amor falso o sincero,
Pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina,
Y también las tristezas de tu rostro cambiante;
Y cuando inclinada junto a las barras candentes,
Murmures, con ligera tristeza, de cómo el Amor huyó
Y anduvo allá arriba por los montes
Y escondió su rostro entre un tropel de estrellas.
EN EL
CREPÚSCULO
Gastado corazón de un tiempo gastado,
Líbrate de las redes de lo verdadero y lo falso;
Ríe, corazón, una vez más en el triste crepúsculo,
Suspira, corazón, una vez más ante el rocío de la mañana.
Tu madre Eire es siempre joven,
El rocío siempre brillante y triste el crepúsculo;
Aunque tu esperanza se derrumbe y el amor se desvanezca,
Ardiendo en las llamas de una lengua calumniosa.
Ven, corazón, allí donde las colinas se amontonan:
Pues allí la hermandad mística
Del sol y la luna y el claro y el bosque
Y el río y la corriente construyen su deseo;
Y se alza Dios tocando Su cuerno solitario,
Y el tiempo y el mundo siempre vuelan;
Y el amor es menos amable que el oscuro crepúsculo,
Y la esperanza menos querida que el rocío de la mañana.
DESEA QUE
SU AMADA ESTUVIESE MUERTA
Si tan sólo yacieras fría y muerta,
Y las luces del oeste se apagaran,
Vendrías aquí, e inclinarías tu cabeza,
Y yo reposaría la frente sobre tu pecho,
Y tú murmurarías palabras de ternura,
Perdonándome, pues ya estás muerta:
No te alzarías ni partirías presurosa,
Aunque tengas voluntad de pájaro silvestre,
Mas tú sabes que tu pelo es prisionero
En torno al sol, la luna y tas estrellas:
Quisiera, amada, que yacieras
En la tierra, bajo las hojas de bardana,
Mientras las estrellas, una a una, se apagaran.
UNA CANCIÓN
PARA BEBER
El vino entra en la boca
Y el amor entra en los ojos;
Es todo lo que en verdad conocemos
Antes de que envejezcamos y muramos.
Llevo el vaso a mi boca,
Y te miro, y suspiro.
UN
RECUERDO DE JUVENTUD
Pasó el tiempo como en un teatro;
Conseguí la sabiduría que aporta el amor;
Tuve mi parte del ingenio materno,
Y a pesar de todo lo que yo pudiera decir,
Y a pesar de que por ello ella me alabara,
Una nube arrastrada por el aniquilador viento del Norte
Ocultó de repente la luna del Amor.
Creyendo cada palabra que dije,
Alabé su cuerpo y su mente
Hasta que el orgullo abrillantó sus ojos,
Y el placer enrojeció sus mejillas,
Y la vanidad aligeró sus pasos,
Mas nosotros, a pesar de este elogio, nada encontramos
Salvo la oscuridad en lo alto.
Nos sentamos silenciosos como piedras,
Sabíamos, aunque ella no hubiera dicho una palabra,
Que incluso el mejor amor debe morir,
Y hubiera sido salvajemente deshecho
Si no fuera porque el Amor bajo el canto
Del más ridículo pajarillo
Arrancara de las nubes su maravillosa luna.
VERSOS
ESCRITOS EN EL ABATIMIENTO
¿Cuándo contemplé por vez postrera
Los redondos ojos verdes y los largos cuerpos ondulantes
De los oscuros leopardos de la luna?
Todas las locas brujas, esas las más nobles damas,
Con todas sus escobas y sus lágrimas,
Sus airadas lágrimas se han ido.
Los sagrados centauros de las colinas se esfumaron,
Nada tengo más que el amargo sol;
Proscrita y esfumada la heroica madre luna,
Y ahora que he cumplido los cincuenta
Debo soportar el tímido sol.
SUEÑOS
DESTROZADOS
Grises son tus cabellos.
Los jóvenes ya no se quedan de repente sin aliento
Cuando tú pasas;
Pero puede que un vejete murmure una bendición
Porque fue tu plegaria
Lo que lo sacó de su lecho de muerte.
Sólo por ti -que has conocido todos los pesares del
corazón,
Y a otros todos esos pesares infligido,
Desde la parca juventud que representa
La onerosa belleza- sólo por ti
El cielo apartó el golpe de su destino,
Tan grande es la participación en esa paz que tu otorgas
Con sólo entrar en una habitación.
Tu belleza sólo puede dejar entre nosotros
Vagos recuerdos, sólo vagos recuerdos.
Un joven, cuando los viejos callen,
Dirá a un viejo: «Cuéntame de esa dama
Que el obstinado poeta apasionado nos cantara
Cuando la edad bien podía haberle helado la sangre».
Vagos recuerdos, sólo vagos recuerdos.
Pero en la tumba todo, todo, será renovado.
La certeza de que veré a esa dama
Inclinada o erguida o caminando
Con el primer encanto de su feminidad,
Y con el fervor de mis jóvenes ojos,
Me ha puesto a murmurar como un idiota.
Tú eres más bella que ninguna,
Mas tu cuerpo tenía un defecto:
Tus pequeñas manos no eran bellas,
Y temo que corras
A hundirías hasta la muñeca
En ese misterioso lago, siempre rebosante,
Donde aquellos que han obedecido la ley sacra
Las hunden y son perfectos. Deja inmutables
Las manos que he besado,
Por amor al tiempo que ha pasado.
Muere la última campanada de medianoche.
Todo el día en una silla
De sueño en sueño y de rima en rima he alineado,
En diálogo confuso con una etérea imagen:
Vagos recuerdos, sólo vagos recuerdos.
¿Y AHORA
QUÉ?
En la escuela imaginaron sus camaradas preferidos
Que llegaría a ser hombre famoso:
Él también lo pensaba y respetó las reglas,
Sus años veinte de labor repletos:
«¿Y ahora qué?», cantaba el fantasma de Platón. «¿Y
ahora qué?»
Todo lo que escribió fue leído,
Y ganó después de algunos años
Dinero suficiente para lo necesario,
Amigos que han sido verdaderos amigos;
«¿Y ahora qué?», cantaba el fantasma de Platón. «¿Y
ahora qué?»
Sus sueños más felices se realizaron:
Una casita antigua, mujer, hija e hijo,
Tierras donde crecían ciruelos y repollos,
Poetas y personas de ingenio se agrupaban en su entorno;
«¿Y ahora qué?», cantaba el fantasma de Platón. «¿Y
ahora qué?»
«La obra está terminada», pensó ya de anciano,
«De acuerdo con mis planes juveniles;
Y que rabien los necios, yo en nada me desvié,
Algo llevé a la perfección»;
Pero aún más fuerte cantó el fantasma: «¿Y ahora qué?».
¿POR QUÉ
NO HABRÍAN DE RABIAR LOS VIEJOS?
¿Por qué no habrían de rabiar los viejos?
Algunos conocieron a un muchacho de futuro
Que buen pulso tenía en la pesca con anzuelo
Convertirse en un periodista borracho;
A una muchacha que supo todo Dante de memoria
Vivir para parir hijos a un necio;
A una Helena de sueño benéfico y social
Subir a gritar a una vagoneta.
Algunos piensan que es cosa natural que el destino
Deba matar de hambre a los buenos y a los malos hacer
progresar;
Que si sus vecinos imaginaran claramente,
Como en una pantalla iluminada,
Ni una sola historia encontrarían
De una mente feliz que no quebrara,
O de un final digno del comienzo.
Los jóvenes no saben nada sobre esto,
Los viejos que observan bien lo conocen;
Y cuando saben lo que dicen los libros de antes,
Y que nada mejor puédese esperar;
Saben por qué habría de rabiar un viejo.
|