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COLABORACIONES

 

RUTH V. FILLOY

QUIZÁS

Quizás, algún día, cuando seas capaz de mirar a través de
mis ojos y llegues a través de ellos a mi corazón,
comprendas el por qué están empañados de lágrimas.
Quizás, si alguna vez, eres capaz de llegar a sentir un poco de lo
que siento yo, seas capaz de comprender un mínimo de
la intensidad de mis emociones.
Y, quizás, si llegas a profundizar en la inmensidad de mi alma
hasta el punto de que tu propia alma vuele con las alas de la mía,
entonces, en ése momento deberás decir que, sin lugar
a dudas, me entiendes.
¿Crees que serás tú la persona?
¿acaso quieres ser tú quién se funda con mi alma hasta el
punto de que no seamos nunca más dos almas solitarias que buscan desesperadamente a aquella que la complemente?
Independientemente de todas estas cuestiones que, a fin de
cuentas, no son más que grandes pequeñeces, la pregunta
primordial es si realmente deseas conocerme y si además,
quieres tener un mínimo conocimiento de la
altura que puedes alcanzar junto a mí.
¿Sigues pensando en seguir a mi lado?
¿Sabes que quiero tocar las nubes con la mano y
que no quiero hacerlo sola?
¿Cuánto serás capaz de aguantarme?, sabes que, a fin
de cuentas, no soy más que una de esas almas que son
demasiado grandes para su cuerpo y que necesitan tanta libertad
que se ahogan dentro de él. De ahí, que si me quieres atar,
ya te lo digo ahora, no podrás nunca, o todo o nada, o vuelas
conmigo dejando para ello a tu espíritu libre o sino me perderás,
además, añadirás otra brecha en mi ya destrozado corazón.
Tú decides pero, por favor, escojas lo que escojas,
no dejes nunca de ser mi amigo.
Si decides seguir a mi lado sólo te pido tres cosas: respétame,
no me ates y quiéreme.

 

Mª JESÚS LÓPEZ NAVARRO
LA ROSA DEL AIRE

    Este escrito puede parecer una historia fascinante, romántica e imaginaria... no es así, esta historia es tan real como el incomparable marco histórico que la encierra. Esta historia es una bocanada de amor en una sociedad que fluye demasiado deprisa, quizás porque nosotros hemos cambiado, o, por qué no, se debe a que un sentimiento tan puro en un mundo contaminado no puede sobrevivir. Despreciamos, maltratamos y arrinconamos lo único que necesita que se mime como un jardín, lo único en lo que hay que dar más que recibir, Sí, la culpa es nuestra, la culpa esta en nuestra pereza.
    Pero, como iba relatando, esta historia ocurrió una vez, no sé si se repetirá, en un momento y en un marco. La droga se iba extendiendo, quienes la aspiraban serian capaces de matar a sus hermanos, al que se sentaba en el pupitre de al lado o al vecino; ésos eran sus efectos. La masa se iba adormeciendo, absorbiendo ideas descabelladas de odio eterno. Los escasos mortales inmunes a ella corrían despavoridos intentando alertar al público, pero el sentido común no ponderó y aceptaban principios estúpidos para sobrevivir o huían hacia otros lugares entonces desintoxicados. Entre estos últimos se encontraba Francisco y su familia, él contaba entonces con dieciocho años y se oponía tajantemente a exponerse al fin. Sus padres cogieron los pocos bienes materiales que habían logrado juntar en esos años de miseria y decidieron cruzar el gran océano junto con sus cuatro hijos, todos ellos expuestos a ser secuestrados por aquella disparatada cruzada. El lugar de destino se designó al azar, cogieron un viejo mapa de los años escolares del único que sabía escribir: Francisco. Un rayo de esperanza brilló en el horizonte, vivirían en Buenos Aires, aquello era un buen augurio.

     Los años venideros se sucedieron espinosos y arduos. Poco a poco lograron salir a flote con un pequeño negocio familiar. En ningún momento volvieron la cabeza al pasado. De aquella intoxicación lejana nadie hablaba, todo era secretismo. Al cabo de los años se decía que la lucha había finalizado, pero lo peor estaba por venir. Francisco empezaba a interesarse por su familia lejana, no quería estar más en el profundo anonimato ni en la ignorancia sin saber lo que ocurría en su país natal, pero, quién le podría ayudar a salir de su oscuridad. Lo mejor seria ojear el viejo álbum fotográfico. Subió a lo más alto de la casa, allí estaba una carcomida arca con trastos viejos y entre todos ellos un libro forrado en cuero y empolvado. Rememorar tantas fotografías le trajo añoranza de otros lugares y otras gentes. Se detuvo en una fotografía, una niñita de ojos azabache, pero no sabía quién era. Corrió a solventar su duda y la desilusión aumentó al conocer el triste sino que tuvo; murió al ser bañada por balas. El desasosiego le duró unos días, sin embargo el gozo le embriagó al conocer que la niña de tez morena tenía una hermana menor que, si bien no brillaba por su apariencia, se destacaba por sus dotes para la enseñanza. Francisco calculó que tendría la misma edad que él cuando abandonó su cuna de origen y escuetamente le escribió; "Necesito saber, enséñeme. Le estaré enormemente agradecido. Su primo Francisco."
    Gloria, que así se llamaba, recibió la extraña carta en su casa de Sevilla. Al principio no lo concebía en su cabeza. Qué debía hacer. Repitió una y otra vez la extraña frase "necesito saber", hasta que el dolor de cabeza se hizo más profundo. Qué le debía enseñar, qué quería saber aquel desconocido que tan lejos estaba del mal... No, es demasiado estúpido pensar que desea recibir noticias de un pueblo esclavo, ¿demasiado estúpido?..
    Gloria tardó más de dos meses en contestar aquella paradójica carta y cuando lo hizo, el miedo de rebelar tantas verdades le asustó. Francisco recibió una cuartilla con trazos irregulares y absurdos, decía así; "Vivo en una sociedad a medida de unos pocos, consumiendo su hipocresía. Mi mente graba todo, mi consciencia lo que veo y me asusta enormemente que pueda acabar como ellos: mostrando la cara del mundo que ríe. Aquí se nota que la palabra libre no se utiliza igual. La gente está desilusionada, pero nadie pasa a la acción, somos vegetales. El hombre da pasos agigantados hacia su destrucción, nosotros hincamos las rodillas y nos postramos, nos hundimos en la tierra de sangre, esclavitud y ruina mental. Yo no quiero escuchar los gritos de esta jungla, pero son tan claros.

    Gargantas segadas por la hoja de un poder y nadie alivia su dolor. Por suerte o por desgracia mía, yo vivo al otro lado de la verja, se supone que nada de esto me debe importar, pero me siento prisionera de mi inerte ser; navegando en un limbo de sueños. El gobierno escupe promesas mientras los desaparecidos mueren en fosas, son técnicas para golpear y no dejar señales. Mi padre, (tu tío), en la cornisa espera un golpe de voluntad para lanzarse al vacío; no quiere oír un llanto más de lo que él, junto con otros muchos, ha provocado. Disparó y destruyó, antes decía que cada trinchera tiene su cordero, pero esas palabras ya no mitigan su sufrimiento. Recibe medallas porque la gente cree que es un héroe y en sueños ve todavía las caras y los ojos de quienes aniquiló. Ha sido un verdugo y mató ojos vendados por cubrir las espaldas del odio. ¿Todavía quieres saber más?"

    ¿Todavía quieres saber más? Francisco se hizo esta pregunta miles de veces en los dos años próximos, cada vez necesitaba más y más; necesitaba compartir con aquella prima tan extraña todo el sufrimiento. A veces una terrible sonrisa le rondaba el rostro, cada vieja cuartilla que recibía le llenaba más de gozo, saber del dolor ajeno sedaba el suyo. Luego se avergonzaba de sí mismo y rompía a llorar, era un egoísta. De Gloria lo desconocía todo; su aspecto, sus ilusiones... sólo vislumbraba el pesar con el que tenía que cargar. Gloria, en cambio, comprendía a Francisco perfectamente; él no tenía qué declararle en sus cartas así que le mencionaba cómo era la vida en América, cómo era él y la maliciosa felicidad que tenía. Cada vez veía más en su prima a un ser atormentado, infeliz y misericordioso. Su mente fue imaginando los ojos, la sonrisa, el susurro de su voz y el sabor de sus labios. Así que decidió que una mujer como aquella sólo le pertenecía a él. No podía estar seguro de que ella seria pura para siempre y su decisión final fue casarse con ella. Gloria, que enloquecida estaba por la admiración que sentía hacia él, aceptó casarse por poderes y, aunque jamás lo podría ver, se consolaba pensando que era dichosa por tener alguien que la amara tanto, tal como él le solía escribir.

    Un día Francisco se levantó con una espantosa sonrisa y una idea de placer que conservó todo el día. Al anochecer una sensación apocalíptica le rondó la cabeza, su existencia era de lo más vacía y superficial, lo único que lo mantenía en contacto con el mundo real era Gloria. Qué horroroso era, su optimismo y contento se basaba en las desgracias de la persona que más quería. Estaba casado con una mujer que ni siquiera conocía, que deliraba por el mundo en el que se hallaba. Se vio así mismo como un perturbado mental, loco y paranoico. Su comportamiento ególatra tenía que cambiar, debía reparar el daño que le causaba a Gloria. Pero actuó más egoístamente, le mandó un billete de barco a su esposa con una pequeña nota que decía; "Ven, te necesito." Francisco lo único que necesitaba era sentirse piadoso, reconciliarse con su consciencia y optó por esa salida. Gloria viviría en un país en paz, con libertad y prosperidad y él, pobre infeliz, ayudaría de este modo a quien tanto le había dado.
    Gloria se embarcó en un viaje suicida, no llegó a su destino, pereció entre las olas. Francisco jamás llegó a ver su cuerpo, ni alivió su dolor. Dicen que un viejo con acento argentino se presentó al cabo de los años a una de las familias sevillanas más importantes y al ver el retrato de una niñita de ojos azabache rompió en lágrimas.

 

Mª LOURDES BATANERO
I.R.C.
¿Qué has sido para mí,
mundo irreal y soñado?
Intento verlo más claro:
fuiste otro de mis libros
donde estuve navegando.

Me metí, como siempre lo hago...
de lleno, de cabeza, en picado,
arrastrando sentimientos,
viviendo pasiones, deseos.
Como siempre lo hago...

Fuiste uno de mis libros,
pero uno bien distinto:
en éste me caí dentro,
y por poco ... ya ni existo.


Viví sus historias como reales,
hablé con sus protagonistas,
conocí sus voces, sus risas,
también sus maldades,
sus mentiras.

Vi sus caras, sus nombres
leí sus letras, sus palabras,
unas verdaderas, otras falsas,
toqué sus cartas.

Sentí sus historias y ...
lloré lágrimas reales,
amé con pasiones reales,
sufrí con dolores reales.

Y llegó a ser
de una forma tan real,
que mi vida verdadera
quedó en la oscuridad.
El "libro" jamás se cerraba,
me obligaba a seguir leyendo,
entonces yo mezclaba
lo irreal con lo verdadero.

La gente de allí dentro
era un mundo ficticio
que sacada de ese "libro"
nunca en mi vida
tendrían un sitio.
Ya no quiero sufrir,
ni quiero amar ...
ni quiero sentir ...
por lo menos de esa forma
que ni siquiera es real.

El amor, la amistad,
por mucho que queramos
nada aquí es verdad ...

Pero sí lo son
el engaño, la maldad
el llanto, la crueldad.

Eso se siente muy dentro
porque para vivirlo
sí que da igual
que el mundo sea ficticio.

Crees sentir amor,
crees sentir amistad,
pero nada es verdad ...
Te lo estás imaginando
por pura necesidad.

Intentas sacar de ese mundo
tan falso, tan irreal,
lo que en tu vida te falta,
siempre es amor o amistad.

Quiero acabar con esto,
quiero sentirme bien,
volver a ser de nuevo
la persona que era ayer.

Por eso cierro este "libro",
por eso lo quemaré,
y respiraré tranquila
al ver sus historias ... arder.

 

JUAN ANTONIO URDA ANGUITA

NOCTURNO II

Ya han dado las doce allí en la torre
y mis pasos son ecos de las calles.
Mi maldición es alzarme en cada noche
acechando las almas de los vivos,
disponiendo las tinieblas a mi antojo,
a esperar el paso triste de los siglos.

Puedo batir mis alas de dominio
o caminar el caudal de los reflejos
hasta el horizonte borroso de tu día;
pero volveré siempre hastiado y seco.

Mujer de cuello blanco y alma espesa,
yo soy la más oscura de tus causas,
el profundo pensamiento de tu caos;
atada está tu sangre a mi presencia.

Qué distinto es mi nombre cada día
y qué diferente mi mirada cada noche,
¡Pensar que he de reconocerme en esos rostros!
 

 

ISABEL MARTÍNEZ POYATOS

SONETO DEL ENGAÑO

Cómplice del secreto, mi cama vacía,
que sabe de aquel hombre que me enseñó a fingir;
la cama solitaria de las sábanas frías
repasa la cuantía del amor que no di.
.
Y testigo del odio que cobija la alcoba
-ya que el tálamo inunda la estancia de rencor-
el espejo de plata nos refleja las sombras
-aunque yo ya no ame- en el acto de amor.
.
Y es la dicha del hombre que no ve en el espejo
las mentiras que calla un corazón,
o quizá que sus ojos ante el triste reflejo,
.
incrédulos del arte de mi sutil traición,
se encierran en los párpados sumidos en el sueño
del vaivén de mi cuerpo quebrado en la pasión.