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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Juan Ramón Jiménez
BIOGRAFIA

Juan Ramón Jiménez, (1881-1958), poeta español y premio Nobel de Literatura.
Nació en Moguer (Huelva), y estudió en la Universidad de Sevilla. Los poemas de Rubén Darío, el miembro más destacado del modernismo en la poesía española, le conmovieron especialmente en su juventud. También sería importante la lectura de los grandes poetas del simbolismo francés, que acentuaron su inclinación hacia la melancolía. En 1900 publicó sus dos primeros libros de poemas: Ninfeas y Almas de violeta. Poco después se instalaría en Madrid, haciendo varios viajes a Francia y luego a Estados Unidos, donde se casó con la que ya sería su compañera ejemplar de toda la vida, Zenobia Camprubí. En 1936, al estallar la Guerra Civil española se vio obligado a abandonar España. Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, fueron sus sucesivos lugares de residencia. Moriría en este último país, donde recibió ya casi moribundo la noticia de la concesión del Premio Nobel.
Obra 
La obra poética de Juan Ramón Jiménez es muy numerosa, con libros que a lo largo de su vida, en un afán constante de superación, fue repudiando o de los que salvaba algún poema, casi siempre retocado en sus sucesivas selecciones. Entre sus principales antologías se encuentran Poesías escogidas (1917), Segunda antología poética (1922), Canción (1936) y Tercera antología (1957).
La influencia del modernismo se percibe en sus primeros libros, aunque su mundo poético pronto apunta, como el de Bécquer, hacia lo inefable, con unos poemas hechos a partir de sensaciones refinadas por la espiritualidad, y de sutiles estados líricos, con un lenguaje musical.
Pero el arte de Juan Ramón Jiménez se hace independiente de cualquier escuela, aunque el simbolismo, ya totalmente asumido, siga influyendo en su poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y del espíritu que él intenta fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al mismo tiempo metafísico y abstracto, como se aprecia en Baladas de Primavera (1910) o La soledad sonora (1911).
Diario de un poeta recién casado (1917), escrito básicamente durante su viaje a Estados Unidos, donde conoció y se casó con Zenobia, es uno de los grandes libros de la poesía española. Contiene ritmos inspirados por el latir del mar, verso libre, prosa, sugerencias humorísticas e irónicas. El libro supone un canto a la mujer, el mundo marino y Estados Unidos.
Siguen Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y uno de los puntos más altos de su poesía, Estación total, un libro escrito entre 1923 y 1936, aunque no se publique hasta 1946. La identificación del poeta con la belleza, con la plenitud de lo real, con el mundo, es casi absoluta. La palabra aúna abstracción y realidad, y el poeta se convierte en "total" -concepto ya utilizado por Juan Ramón Jiménez-, y que significa "lo universal". Poeta total, es para él, por tanto, aquel que logra la comunión con el universo, conservando, sin embargo, su voz personal.
Los escritos en prosa que formarían posteriormente la vasta galería Españoles de tres mundos (1942) empezaron a publicarse en diarios y revistas en los años inmediatamente anteriores a su exilio. Otro libro suyo escrito en prosa poética -y al que le debe gran parte de su fama universal- es Platero y yo (1917), donde funde fantasía y realismo en las relaciones de un hombre y su asno. Es el libro español traducido a más lenguas del mundo, junto con Don Quijote de Miguel de Cervantes.
Escribió ya en América los Romances de Coral Gables (1948) y Animal de fondo (1949). Con ellos y el poema 'Espacio', Juan Ramón Jiménez alcanza lo que se ha llamado su "tercera plenitud" determinada por el contacto directo con el mar.
En Animal de fondo el símbolo lo expresa con un lenguaje próximo a una religiosidad inmanente y panteísta. La poesía antes que palabra es conciencia; inteligencia que permite al poeta nombrar. El tiempo acaba fundiéndose con el espacio. El poeta simbolista y romántico, metafísico después y puro -que configuran al Juan Ramón Jiménez más hondo e intenso-, se revela finalmente como un visionario y metafísico que mantiene una alta tensión poética a partir de iluminaciones nacidas en lo profundo de su sensibilidad.

EL VIAJE DEFINITIVO

…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando, 
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

LA QUE HABLA

Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo;
deja que abran todos mis
sueños y todos mis lirios.

Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño…
el agua lo va contando
entre las flores del río;

lo va soñando la niebla,
lo están llorando los pinos,
y la luna rosa y el
corazón de tu molino…

No apagues, por Dios, la luz
que arde dentro de mí mismo…
Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo… 

Vino, primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracunda de yel y sin sentido!

...Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda...
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre! 

Aquella tarde, al decirle
que me alejaba del pueblo,
me miró triste, muy triste,
vagamente sonriendo.

Me dijo: ¿Por qué te vas?
Le dije: Porque el silencio
de estos valles me amortaja
como si estuviera muerto.

--¿Por qué te vas?-- He sentido
que quiere gritar mi pecho,
y en estos valles callados
voy a gritar y no puedo.

Y me dijo: ¿Adónde vas?
Y le dije: A donde el cielo
esté más alto y no brillen
sobre mí tantos luceros.

La pobre hundió su mirada
allá en los valles desiertos
y se quedó muda y triste,
vagamente sonriendo. 

CUANDO YO ERA EL NIÑO DIOS

CUANDO yo era el niñodios, era Moguer, este pueblo,
una blanca maravilla; la luz con el tiempo dentro.
Cada casa era palacio y catedral cada templo;
estaba todo en su sitio, lo de la tierra y el cielo;
y por esas viñas verdes saltaba yo con mi perro,
alegres como las nubes, como los vientos, ligeros,
creyendo que el horizonte era la raya del término.

Recuerdo luego que un día en que volví yo a mi pueblo
después del primer faltar, me pareció un cementerio.
Las casas no eran palacios ni catedrales los templos,
y en todas partes reinaban la soledad y el silencio.
Yo me sentía muy chico, hormiguito de desierto,
con Concha la Mandadera, toda de negro con negro,
que, bajo el tórrido sol y por la calle de Enmedio,
iba tirando doblada del niñodios y su perro:
el niño todo metido en hondo ensimismamiento,
el perro considerándolo con aprobación y esmero.

¡Qué tiempo el tiempo! ¿Se fue con el niñodios huyendo?
¡Y quién pudiera ser siempre lo que fue con lo primero!
¡Quién pudiera no caer, no, no, no caer de viejo;
ser de nuevo el alba pura, vivir con el tiempo entero,
morir siendo el niñodios en mi Moguer, este pueblo!

LA NOCHE 

El dormir es como un puente 
que va del hoy al mañana. 
Por debajo, como un sueño, 
pasa el agua, pasa el alma.

EL HECHO 

Cuando ella se ha ido, 
es cuando yo la miro. 
Luego, cuando ella viene, 
ella desaparece.

EL DÍA BELLO 

Y en todo desnuda tú. 

He visto la aurora rosa 
y la mañana celeste, 
he visto la tarde verde 
y he visto la noche azul. 

Y en todo desnuda tú. 

Desnuda en la noche azul, 
desnuda en la tarde verde 
y en la mañana celeste, 
desnuda en la aurora rosa. 

Y en todo desnuda tú.

DIOS DE AMOR 

Lo que queráis, señor; 
y sea lo que queráis. 

Si queréis que entre las rosas 
ría hacia los matinales 
resplandores de la vida, 
que sea lo que queráis. 

Si queréis que entre los cardos 
sangre hacia las insondables 
sombras de la noche eterna, 
que sea lo que queráis. 

Gracias si queréis que mire, 
gracias si queréis cegarme; 
gracias por todo y por nada, 
y sea lo que queráis. 

Lo que queráis, señor; 
y sea lo que queráis.

Cada hora mía me parece 
el agujero que una estrella 
atraída a mi nada, con mi afán, 
quema en mi alma. 

Y ¡ay, cendal de mi vida, 
agujereado como un paño pobre, 
con una estrella viva viéndose 
por cada mágico agujero oscuro!

AZUCENA Y SOL 

Nada me importa vivir 
con tal de que tú suspires, 
(por tu imposible yo, 
tú por mi imposible) 

Nada me importa morir 
si tú te mantienes libre 
(por tu imposible yo, 
tú por mi imposible)

EL DÍA MENOS 

¡Ya se arreglarán los sueños, 
mañana se arreglarán! 
¡Hoy, a soltar y a gozar! 

Hoy para encontrar el amigo, 
para olearse en los dos ríos, 
para hablar con duras mujeres; 
hoy para irisarse de césped, 
para ventear a caballo, 
para silbear en el árbol, 
para acerarse en las montañas, 
para huir por las luces anchas 
perdido entre glorias ruidosas... 
Hoy para la gran tensión fresca 
de un vivir sin casa ni venda. 

¡Ya se ordenarán los sueños, 
mañana se ordenarán! 
¡Hoy, a romper y a cantar!

EL SER UNO 

Que nada me invada de fuera, 
que sólo me escuche yo dentro. 
Yo dios 
de mi pecho. 

(Yo todo: poniente y aurora; 
amor, amistad, vida y sueño. 
Yo solo 
universo). 

Pasad, no penséis en mi vida, 
dejadme sumido y esbelto. 
Yo uno 
en mi centro.


CÉNIT 

Yo no seré yo, muerte, 
hasta que tú te unas con mi vida 
y me completes así todo; 
hasta que mi mitad de luz se cierre 
con mi mitad de sombra 
—y sea yo equilibrio eterno 
en la mente del mundo: 
unas veces, mi medio yo, radiante; 
otras, mi otro medio yo, en olvido—. 

Yo no seré yo, muerte, 
hasta que tú, en tu turno, vistas 
de huesos pálidos mi alma.

COMO ME MIRAS... POR SI YO PUDIESE 

Pajarillo cogido, de tu pecho dulce 
por el águila negra de la muerte, 
¡cómo me miras con tu ojito triste! 
(negro plenor sangriento de luz débil). 
Desde debajo de la garra inmensa, 
que para siempre ya le tiene 
y afirmado, mientras la desafía 
la vasta sombra que su vista emprende. 
¡Cómo me mira sin pedirme nada, 
cómo me mira... por si yo pudiese, 
que ya te está teniendo para siempre!


FIN DE INVIERNO 

Cantan, cantan. 
¿Dónde cantan los pájaros que cantan? 

Llueve y llueve. Aún las casas 
están sin ramas verdes. Cantan, cantan 
los pájaros. ¿En dónde cantan 
los pájaros que cantan? 

No tengo pájaros en jaula. 
No hay niños que los vendan. Cantan. 
El valle está muy lejos. Nada... 

Nada. Yo no sé dónde cantan 
los pájaros (y cantan, cantan) 
los pájaros que cantan.

ANDANDO 

Andando, andando. 
Que quiero oír cada grano 
de la arena que voy pisando. 

Andando. 
Dejad atrás los caballos, 
que yo quiero llegar tardando 
(andando, andando) 
dar mi alma a cada grano 
de la tierra que voy rozando. 

Andando, andando. 
¡Qué dulce entrada en mi campo, 
noche inmensa que vas bajando! 

Andando. 
Mi corazón ya es remanso; 
ya soy lo que me está esperando 
(andando, andando) 
y mi pie parece, cálido, 
que me va el corazón besando. 

Andando, andando. 
¡Que quiero ver el fiel llanto 
del camino que voy dejando!


CON LAS ROSAS 

No, esta dulce tarde 
no puedo quedarme; 
esta tarde libre 
tengo que irme al aire. 

Al aire que ríe 
abriendo los árboles, 
amores a miles, 
profundo, ondeante. 

Me esperan las rosas 
bañando su carne. 
¡No me claves fines; 
no quiero quedarme!

DESNUDOS 

Por el mar vendrán 
las flores del alba 
(olas, olas llenas 
de azucenas blancas), 
el gallo alzará 
su clarín de plata. 

(¡Hoy! te diré yo 
tocándote el alma) 

¡O, bajo los pinos, 
tu desnudez malva, 
tus pies en la tierna 
yerba con escarcha, 
tus cabellos verdes 
de estrellas mojadas! 

(...Y tú me dirás 
huyendo: Mañana) 

Levantará el gallo 
su clarín de llama, 
y la aurora plena, 
cantando entre granas, 
prenderá sus fuegos 
en las ramas blandas. 

(¡Hoy! te diré yo 
tocándote el alma) 

¡O, en el sol nacido, 
tus sienes doradas, 
los ojos inmensos 
de tu cara maga, 
evitando azules 
mis negras miradas! 

(...Y tú me dirás 
huyendo: Mañana)

ÁLAMO BLANCO 

Arriba canta el pájaro 
y abajo canta el agua. 
(Arriba y abajo, 
se me abre el alma). 

¡Entre dos melodías, 
la columna de plata! 
Hoja, pájaro, estrella; 
baja flor, raíz, agua. 
¡Entre dos conmociones, 
la columna de plata! 
(¡Y tú, tronco ideal, 
entre mi alma y mi alma!) 

Mece a la estrella el trino, 
la onda a la flor baja. 
(Abajo y arriba, 
me tiembla el alma).

YA LA TÚ 

Ya viene la primavera. 
¡Lo ha dicho la estrella! 

La primavera sin mancha. 
¡Lo ha dicho la agua! 

Sin mancha y viva de gloria 
¡Lo ha dicho la rosa! 

De gloria, altura y pasión. 
¡Lo ha dicho tu voz!

EL TODO 

No recordar nada... 
Que me hunda la noche callada, 
como una bandada 
blanda y acabada. 

(Que no quede nada... 
Que pase la mujer amada 
por una dejada 
estancia soñada) 

No desear nada... 
Perderse en la idea sagrada, 
como una dorada 
sombra en la alborada.

ENTRESUEÑO 

Que yo estoy en la tierra, 
que yo soy calle oscura y mala, 
jaula fría y mohosa, 
campo cerrado siempre 
¿quién lo podrá negar? 

Que tú estás por el cielo, 
que tú eres nube de colores, 
pájaro errante y libre, 
brisa de última hora, 
¿quién lo podrá negar?