LA CARICIA ADORMECE
La
caricia adormece,
y a una región conduce
más cercana a la tierra,
a su silencio y sueño,
bien tendidos, dichosos.
Y
tu cuerpo está ahí, remoto y mío,
inmóvil, invisible, descuidado,
y mientras me abandono a su nostalgia,
la oscuridad absorbe en su sosiego
de gran remanso nuestro amor flotante.
DUERMES
Duermes.
Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.
Te
siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.
La
delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.
Sumido
en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.
SALVACIÓN DE LA PRIMAVERA
Ajustada
a la sola
desnudez de tu cuerpo,
entre el aire y la luz
eres puro elemento.
¡Eres!
Y tan desnuda,
tan continua, tan simple
que el mundo vuelve a ser
fábula irresistible.
...Mi
atención, ampliada,
columbra. Por tu carne
la atmósfera reúne
términos. Hay paisaje.
Esos
blancos tan rubios
que sobre tu tersura
la mejor claridad
primaveral sitúan.
Es
tuyo el resplandor
de una tarde perpetua.
¡Qué cerrado equilibrio
dorado, qué alameda!...
Y LOS OJOS
PROMETEN...
Y
los ojos prometen
mientras la boca aguarda.
Favorables, sonríen.
¡Cómo íntima, callada!
Henos
aquí. Tan próximos.
¡Qué oscura es nuestra voz!
La carne expresa más.
Somos nuestra expresión.
De
una vez paraíso,
con mi ansiedad completo.
La piel reveladora
se tiende al embeleso.
¡Todo
en un sólo ardor
se iguala! Simultáneos
apremios me conducen
por círculos de rapto.
Pero
más, más ternura
trae la caricia. Lentas,
las manos se demoran,
vuelven, también contemplan.
ANILLO
Ya
es secreto el calor, ya es un retiro
de gozosa penumbra compartida.
Ondea la penumbra. No hay suspiro
flotante. Lo mejor soñado es vida.
El
vaivén de un silencio luminoso
frunce entre las persianas una fibra
palpitante. querencia del reposo:
una ilusión en el polvillo vibra.
Desde
la sombra inmóvil, la almohada
brinda a los dos, felices, el verano
de una blancura tan afortunada
que se convierte en sumo acorde humano.
Los
dos felices, en las soledades
del propio clima, salvo del invierno,
buscan en claroscuros sin edades
la refulgencia de un estío eterno.
Hay
tanta plenitud en esta hora,
tranquila entre las palmas de algún hado,
que el curso del instante se demora
lentísimo, cortés, enamorado.
MIS
MANOS Y MIS LABIOS Y MIS OJOS...
Mis
manos y mis labios y mis ojos
rehacen
con creciente embeleso
próximo al éxtasis,
activo sin embargo,
un incesante viaje
de reconocimiento que a la vez descubre
tanta comarca donde nunca es tarde:
Aurora permanente
sobre cimas y valles.
Entre
las combas y las sombras
de tu hermosura no me pierdo,
y tu nombre claro proyecta
luz muy personal sobre tu cuerpo,
que está en mi amor y fuera de
su mágico radio secreto.
Y a esa tu vida, más allá,
bajo sol y luna me entrego,
toda tú estás conmigo,
nuestro doble futuro yo lo quiero.
LOS FIELES AMANTES
Noche
mucho más noche: el amor ya es un hecho.
Feliz nivel de paz extiende el sueño
como una perfección todavía amorosa.
Bulto adorable, lejos
ya, se adormece,
y a su candor en la isla se abandona,
animal por ahí, latente.
¡Qué diario Infinito sobre el lecho
de una pasión: costumbre rodeada de arcano.
¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!
DESNUDO
Blancos, rosas... Azules casi
en veta,
retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto presente!
CIMA DE LA DELICIA
¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
Resuelto en lejanía.
¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
En el espacio airoso,
Henchido de presencia!
El mundo tiene cándida
Profundidad de espejo.
Las más claras distancias
Sueñan lo verdadero.
¡Dulzura de los años
Irreparables! ¡Bodas
Tardías con la historia
Que desamé a diario!
Más, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
La plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!
ESTATUA ECUESTRE
Permanece el trote aquí,
Entre su arranque y mi mano.
Bien ceñida queda así
Su intención de ser lejano.
Porque voy en un corcel
A la maravilla fiel:
Inmóvil con todo brío.
¡Y a fuerza de cuánta calma
Tengo en bronce toda el alma,
Clara en el cielo del frío!
TARDE MAYOR
Tostada cima de una madurez,
Esplendiendo la tarde con su espíritu
Visible nos envuelve en mocedad.
Así te yergues tú, para mis ojos
Forma en sosiego de ese resplandor,
Trasluz seguro de la luz versátil.
Si aquellas nubes tiemblan a merced,
Un día, de un estrépito enemigo,
Mescolanza de súbito voraz,
Oscurecidos y desordenados
Penaremos también. Y no habrá alud
Que nos alcance en la ternura nuestra.
Esos árboles próceres se ahíncan
Dedicando sus troncos al cénit,
A un cielo sin crepúsculos de crimen.
Si tal fronda perece fulminada,
Rumoroso otra vez igual verdor
Se alzará en el olvido del tirano.
Y pasará el camión de los feroces.
Castaños sin Historia arrojarán
Su florecilla al suelo —blanquecino.
Un ámbito de tarde en perfección
Tan desarmada humildemente opone,
Por fin venciendo, su fragilidad
A ese desbarajuste sólo humano
Que a golpes lucha contra el mismo azul
Impasible, feroz también, profundo.
Fugaz la Historia, vano el destructor.
Resplandece la tarde. Yo contigo.
Eterna al sol la brisa juvenil.
MÁS VERDAD
Sí, más verdad,
Objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? Yo recojo
La verdad impaciente,
Esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? Sí, cumbre
Dulcemente continua hasta los valles:
Un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
Hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
Venga ese mundo soleado,
Superior al deseo
Del fuerte,
Venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!
MUERTE A LO LEJOS
Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza
La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
Todavía. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.
...Y un día entre los días el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente
Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.
LA SANGRE AL RÍO
Llegó la sangre al río.
Todos los ríos eran una sangre,
Y por las carreteras
De soleado polvo
—O de luna olivácea—
Corría en río sangre ya fangosa
Y en las alcantarillas invisibles
El sangriento caudal era humillado
Por las heces de todos.
Entre las sangres todos siempre juntos,
Juntos formaban una red de miedo.
También demacra el miedo al que asesina,
Y el aterrado rostro palidece,
Frente a la cal de la pared postrera,
Como el semblante de quien es tan puro
Que mata.
Encrespándose en viento el crimen sopla.
Lo sienten las espigas de los trigos,
Lo barruntan los pájaros,
No deja respirar al transeúnte
Ni al todavía oculto,
No hay pecho que no ahogue:
Blanco posible de posible bala.
Innúmeros, los muertos,
Crujen triunfantes odios
De los aún, aún supervivientes.
A través de las llamas
Se ven fulgir quimeras,
Y hacia un mortal vacío
Clamando van dolores tras dolores.
Convencidos, solemnes si son jueces
Según terror con cara de justicia,
En baraúnda de misión y crimen
Se arrojan muchos a la gran hoguera
Que aviva con tal saña el mismo viento,
Y arde por fin el viento bajo un humo
Sin sentido quizá para las nubes.
¿Sin sentido? Jamás.
No es absurdo jamás horror tan grave.
Por entre los vaivenes de sucesos
—Abnegados, sublimes, tenebrosos,
Feroces—
La crisis vocifera su palabra
De mentira o verdad,
Y su ruta va abriéndose la Historia,
Allí mayor, hacia el futuro ignoto,
Que aguardan la esperanza, la conciencia
De tantas, tantas vidas.
ARS VIVIENDI
Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
—nunca es la mía— bajo el cielo raso.
Calculo, sé, suspiro —no soy caso
de excepción— y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.
Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.
Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.
LAS DOCE EN EL RELOJ
Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
Sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
El amor era sol.
Entonces, mediodía,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante
De tanto alrededor,
Quien lo veía todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!
PERFECCIÓN
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cénit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que al pie caminante siente
La integridad del planeta.
DEL TRANSCURSO
Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
Y se me ahonda tanta perspectiva
Que del confín apenas sigue viva
La vaga imagen sobre mis espejos.
Aun vuelan, sin embargo, los vencejos
En torno de unas torres, y allá arriba
Persiste mi niñez contemplativa.
Ya son buen vino mis viñedos viejos.
Fortuna adversa o próspera no auguro.
Por ahora me ahínco en mi presente,
Y aunque sé lo que sé, mi afán no taso.
Ante los ojos, mientras, el futuro
Se me adelgaza delicadamente,
Más difícil, más frágil, más escaso.
FUERA DEL MUNDO
Cuanto nosotros somos y tenemos
Forma un curso que va a su desenlace:
La pérdida total.
No es un fracaso.
Es el término justo de una Historia,
Historia sabiamente organizada.
Si naces, morirás. ¿De qué te quejas?
Sean los dioses, ellos, inmortales.
Natural que, por fin, decline y me consuma.
Haya muerte serena entre los míos.
Algún día —¿tal vez penosamente?—
Me moriré, tranquilo, sosegado.
No me despertaré por la mañana
Ni por la tarde. ¿Nunca?
¿Monstruo sin cuerpo yo?
Se cumpla el orden.
No te entristezca el muerto solitario.
En esa soledad no está, no existe.
Nadie en los cementerios.
¡Qué solas se quedan las tumbas!
BEATO SILLÓN
¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.