Cuando vengo a
despedirme, una sonrisa incrédula cruza tus ojos.
Me he despedido tantas veces, que siempre crees que he de volver;
y a decir verdad, yo también lo creo...
Porque los días de primavera siempre vuelven;
y la luna llena se despide y vuelve; y así lo hacen las flores a
las ramas...
Si yo te digo adiós, ¿por qué no he de volver también?
Pero conserva por un momento la ilusión;
¡no la espantes con tanta rudeza!
Cuando te digo que me voy para siempre, créeme;
y que un velo de lágrimas ahonde tus ojos un instante.
Luego, cuando vuelva, ¡ríete de mí cuanto quieras!
Te diría las palabras más hondas
que te tengo que decir;
pero no me atrevo, temo a tus risas.
Por eso me río de mí mismo y bromeo con mi secreto.
Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles de mí.
.........
Sonreíd, amigos, si queréis, porque
persigo al ciervo dorado;
pero yo seguiré y seguiré detrás de ésta visión que me
escapa.
A través de montes y valles, por tierras
sin nombre,
correré y correré detrás del ciervo dorado.
¡Venid vosotros en buena hora, al mercado,
y volved cargados a vuestros hogares!
A mí, no sé ni cuando, me ha cogido el hechizo de los vientos
sin guarida.
Cuanto tenía lo dejé caer en mi carrera.
¡Sólo me queda mi corazón libre!
¡Y montes y valles, y tierras y tierras sin
nombre, huyen de mí,
que persigo sin fin al ciervo dorado!
LA LUNA NUEVA
- ¡ Cómo discuten y cómo gritan!
- ¡ Cómo dudan y se desesperan!
- ¡ Nunca se acaba su pelear!
- Que tu vida se ponga entre ellos,
inalterable y pura
- como una lengua de luz, hijo mío,
- y les imponga silencio con su hermosura.
- ¡Qué crueles los hace la codicia y la
envidia! Como
- ocultos cuchillos sedientos de sangre son
sus palabras.
- Ponte tú entre sus corazones airados,
hijo mío, y que
- tus ojos huecos caigan sobre ellos como
cae la indulgente
- paz del anochecer sobre la contienda del
día.
- Déjales que miren tu cara, hijo mío,
- y que así comprendan el sentido de todas
las cosas.
- Que te amen, y así se amen unos a otros.
- Ven tú a ocupar tu sitio al seno de lo
eterno, hijo mío.
- Abre y levanta tu corazón al salir el
sol, como una flor nueva.
- Y cuando el sol se ponga, inclina tu
frente y acaba
- en silencio la oración de la tarde.
SERVIR
Dormía,
y soñaba
que la vida
era alegría.
Desperté,
y vi
que la vida
era servicio.
Serví,
y vi
que el servicio
era alegría.
DESEO
- Deseo decirte las palabras más
profundas, pero no me atrevo, pues temo tu burla.
Por ello me río de mi mismo y transformo en bromas mi
secreto.
Me burlo de mi dolor, para que no te burles tú.
Deseo decirte las palabras más sinceras, pero no me atrevo, pues
temo que no me creas.
Por ello las disfrazo de mentiras y digo lo contrario de lo
que pienso.
Me esfuerzo en que mi dolor parezca absurdo para que no te lo
parezca a ti.
Deseo decirte las palabras más valiosas, pero no me atrevo, pues
temo no ser correspondido.
Por ello te nombro duramente y me enorgullezco de mi
insensibilidad.
Deseo sentarme silenciosamente a tu lado, pero no me atrevo,
pues temo que mis labios traicionen mi corazón.
Por ello hablo disparatadamente, escondiendo mi corazón tras
mis palabras.
Trato a mi pena con dureza, para que no lo hagas tú.
Deseo alejarme de ti, pero no me atrevo, pues temo que descubras mi
cobardía.
Por ello levanto la cabeza y me acerco a ti con aire
indiferente.
La constante provocación de nuestras miradas remueve mi dolor
sin piedad.
-
EL MANANTIAL
¿Sabe alguien de dónde viene el sueño que
anda revoloteando por los ojos del niño? Sí. Dicen que vive en la
aldea de las hadas; que por la sombra de una floresta, vagamente
alumbrada de luciérnagas, cuelgan capullos de encanto, de donde viene
el sueño a besar los ojos del niño.
¿Sabe alguien en dónde nació la sonrisa
que está aleteando por los labios del niño dormido? Sí. Cuentan que
en el sueño de una mañana de otoño, limpia de rocío, el pálido rayo
joven de la luna nueva, dorando el borde de una nube que se iba, hizo nacer
la sonrisa que aletea por los labios del niño dormido.
¿Sabe alguien en dónde estuvo escondida
tanto tiempo la dulce y suave frescura que florece en las carnecillas
del niño? Sí. Cuando su madre era niña, empapaba su corazón de un
tierno y callado misterio de amor, suave y dulce frescura que ha
florecido en las carnecillas del niño.
EL NIÑO ES ASÍ
Si el niño quisiera, podría volar ahora
mismito al cielo. Pero por algo no se va. ¡Le gusta tanto echar la
cabeza en el pecho de su madre y mirarla y mirarla sin descanso!
El niño sabe una infinidad de palabras
maravillosas, aunque son tan pocos los que en este mundo entienden lo
que él dice. Pero por algo no quiere hablar. Lo único que quiere es
aprender las palabras de su madre. ¡Así pone ese aire tan inocente!
El niño tenía un montón de oro y perlas y
se vino a esta vida como un pobrecito. Pero por algo vino así. ¡El
sabe la alegría inmensa que cabe en el rinconcito del corazón de su
madre, y cuánto más dulce que la libertad es ser cogido y apretado
entre sus brazos queridos!
El niño vivía en el mundo de la dicha
perfecta y no sabía llorar. Pero por algo eligió las lágrimas. Porque
si con su sonrisa se ganaba el corazón ansioso de su madre, sus
llantitos por cualquier penita le atan un doble lazo de lástima y de
amor.
EL MUNDO DEL NIÑO
¡Si yo pudiera encontrar un rinconcito
tranquilo en el mismo corazón del mundo de mi niño! Sé que en él
tiene estrellas que le hablan y un cielo que baja hasta su cara para
divertirlo con sus nubes tontas y sus bobos arcoiris. En él todos esos
que parecen que nunca dicen nada y que nunca se mueven, se deslizan
hasta su ventana y le cuentan cuentos y le ofrecen bateas cargadas de
juguetes de ricos colores.
¡Si yo pudiera andar ese camino que cruza
el pensamiento de mi niño, salirme de todas sus lindes, ir hasta donde
los mensajeros desconocidos que traen y llevan mensajes sin razón por
reinos de reyes sin historia; hasta donde la razón hace barriletes con
sus leyes y los echa al aire; donde quita a las acciones sus cadenas la
verdad!
JUGUETES
¡Qué feliz eres, chiquillo, tirado ahí en
el polvo, jugando hora tras hora con ese palito! No puedo menos de reírme
viéndote jugar y jugar toda la mañana con ese pedacillo de palo. Yo
sumo y sumo, hora tras hora también, preocupado con mis cuentas. Y quizá
tú, mirándome, piensas: "¡Vaya un juego tonto! ¡Qué ganas de
perder la mañana!"
¡Ay, chiquillo! ¡Yo he olvidado ya el arte
de distraerme con los palitos y con tortas de barro! ¡No quiero más
que juguetes caros, reunir pedazos de oro y plata! Tú, con cualquier
cosilla que te encuentras juegas contento. Yo malgasto tiempo y fuerzas
en cosas que nunca podré tener. Pretendo atravesar el mar de la ambición
con mi frágil barquilla, ¡y me olvido de que yo también estoy
jugando!
BARCOS DE PAPEL
Todos los días echo mis barquitos de papel,
uno tras otro, corriente abajo. Llevan pintado con grandes letras negras
mi nombre y el nombre de mi pueblo. Si en la playa desconocida adonde
lleguen: alguien los encuentra sabrá quién soy yo... Mis barquitos van
cargados con flores de siuli del jardín de mi casa; y estoy seguro que
estos capullos cogidos al alba llegarán con bien a tierra por la noche.
Echo mis barquitos de papel en la corriente
y cuando levanto los ojos al cielo, veo las nubes, que vagan, llenas de
viento sus velas blancas... Yo no sé qué amigo mío del cielo las echa
aire abajo para que corran con mis barcos... Anocheciendo, escondo mi
cara entre mis manos y sueño que mis barcos de papel bogan y bogan más
lejos cada vez bajo las estrellas de la medianoche. Las hadas del sueño
los rigen, cargados con sus cestos de ensueños.
MIMOS
Si en vez de ser tu niño, madre mía, fuese
yo sólo un perrillo, ¿me dirías tú "que no" si quisiera
comer en tu plato? Di, ¿me echarías tú de tu lado diciéndome: "¡Vete
de una vez, perrillo del demonio!"? ¿Sí? ¡Pues vete tú, madre,
vete! ¡Ya no vendré más cuando me llames ni te dejaré que me des de
comer!
Si fuera yo sólo un lorito verde en vez de
ser tu niño, madre mía, di, ¿me tendrías atado para que no me fuese
volando? ¿Me reñirías con el dedo tieso, diciéndome: "¡Qué
maldito pájaro desagradecido! ¡Todo el día y toda la noche picando su
cadena!"? ¿Sí? Pues vete tú, madre, vete tú. ¡Yo me escaparé
volando al campo y no te dejaré ya más tenerme entre tus brazos!
EL CARTERO MALO
Madre, di, ¿por qué estás llorando y tan
triste, sentada ahí en el suelo? ¿No ves que la lluvia entra por la
ventana y que te estás mojando?
Oye, el gongo está dando las cuatro y mi
hermana tiene ya que volver del colegio. ¿Qué te pasa, di, madre; por
qué estás tan rara? ¿Es que no has tenido hoy carta de papá?
A todo el pueblo le trajo hoy carta el
cartero, yo lo he visto. Sólo las cartas de papá se las guarda en un
saco para leérselas él. ¡Madre, estoy seguro de que el cartero es muy
malo!
...Pero no estés tú triste por eso, madre.
Mira mañana es la feria del pueblo de ahí junto. Que vaya la criada y
compre plumas y papel. Yo mismo te voy a escribir todas las cartas de
papá. Y ya verás cómo no encuentras ni una falta.
Te escribiré derechito desde la A hasta la
K... ¿Por qué te estás riendo, madre? ¿Tú crees que yo no sé
escribir tan bien como papá? Ya verás, yo rayaré el papel con una
regla y pondré mucho cuidado, y haré bien grandes las letras.
Y cuando concluya, ¿piensas que voy a ser
tan tonto como papá, que echa la carta en el saco de ese cartero feo?
¡Te la traeré yo mismo al momento y te ayudaré a deletrearla! ¡Ya sé
yo que al cartero no le gusta darte las cartas más buenas!
MI CANCIÓN
Mi canción te envolverá con su música,
hijo mío, como los brazos entrañables del amor. Te tocará la frente
como un beso de bendiciones. Cuando tú estés solo, se sentará a tu
lado y te hablará al oído; cuando estés entre la gente te cercará
para aislarte de ella.
Mi canción será como unas alas para tu sueño
y se llevará tu corazón hasta el fin de lo ignorado. Cuando la noche
negra se eche en tu camino, mi canción será sobre tu frente como la
estrella fiel. Se sentará en las niñas de tus ojos y guiará tu mirar
hasta el alma de las cosas.
Cuando mi voz se calle con la muerte, mi
canción te seguirá hablando en tu corazón vivo.
REGALO DE AMANTE
3
Los frutos vienen en tropeles a mi vergel, empujándose unos a
otros
y surgen a la claridad, un una angustia de plenitud.
Entra tú, altiva, en mi vergel, reina mía; siéntate en su sombra,
arranca los frutos maduros de sus cabos y que rindan, hasta no poder más,
a tus labios, su carga de dulzura.
En mi vergel, las mariposas revuelan en el sol, tiemblan las hojas,
los frutos clamorean ansiosos de perfección.
4
Ella está cerca de mi corazón, como la flor de un prado lo está de la
tierra; me es dulce, como el sueño a los cansados miembros. El amor que
le tengo es mi vida fluyendo plena, como corre el río en las crecidas
del otoño, en sereno abandono. Mis canciones son unas con mi amor, como
es uno el murmullo de un río que canta con todas sus ondas y
corrientes.
6
En la luz de este día vano de primavera, canta, poeta mío, de aquellos
que pasan sin detenerse, que huyen riendo sin mirar atrás, que florecen
en una hora de deleite sin sentido,
y se mustian al instante, sin pensar.
No te sientes, callado, a decir el rosario de tus lágrimas y sonrisas
que pasaron; no te detengas a coger las hojas caídas de las flores de
ayer noche; no corras tras las cosas que te burlan, por conocer el
sentido de lo oscuro. Deja los huecos de tu vida donde están,
para que la música surja de tus profundidades.
13
Anoche, en el jardín, te ofrecí el vino espumeante de mi juventud. Tú
te llevaste la copa a los labios, cerraste los ojos y sonreíste; y
mientras, yo alcé tu velo, solté tus trenzas y traje sobre mi pecho tu
cara dulcemente silenciosa; anoche, cuando el sueño de la luna rebosó
el mundo del dormir. Hoy, en la calma, refrescada de rocío, del alba, tú
vas camino del templo de Dios,
bañada y vestida de blanco, con un cesto de flores en la mano.
Yo, a la sombra del árbol, aparto inclinando la cabeza; en la calma del
alba,
junto al camino solitario del templo.
OFRENDA LÍRICA
1
Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas
una
y otra vez y lo vuelves a llenar con tu nueva vida.
Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña y has
silbado en ella melodías eternamente nuevas.
Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncillo se dilata
sin fin en la alegría y da vida a la expresión inefable.
Tu dádiva infinita sólo puedo cogerla con estas pobres manitas mías.
Y pasan los siglos y tú sigues derramando y siempre hay en ellas
sitio que llenar.
2
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que se va a romper de
orgullo.
Te miro y me echo a llorar.
Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía
y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando
la mar.
Sé que tú te complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor.
Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies,
que nunca pude creer que alcanzaría.
Y canto y el canto me emborracha y olvido quién soy, y te llamo amigo,
a ti que eres mi señor.
4
Quiero tener mi cuerpo siempre puro, vida de mi vida, que has dejado tu
huella viva sobre mí.
Siempre voy a tener mi pensamiento libre de falsía, pues tú eres la
verdad que ha encendido la luz de la razón en mi frente. Voy a guardar
mi corazón de todo mal y a tener siempre mi amor en flor, pues que tú
estás sentado en el sagrario más íntimo de mi alma.
Y será mi afán revelarte en mis acciones, pues que sé que tú eres la
raíz que fortalece mi trabajo.
7
Mi canción, sin el orgullo de su traje, se ha quitado sus galas para
ti. Porque ellas estorbarían nuestra unión y su campanilleo ahogaría
nuestros suspiros.
Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante ti, Señor, poeta mío. Aquí
me tienes sentado a tus pies. Déjame sólo hacer recta mi vida
sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música.
13
La canción que yo vine a cantar no ha sido aún cantada.
Mis días se me han ido afinando las cuerdas de mi arpa; pero no he
hallado el tono justo y las palabras no venían bien. ¡Sólo la agonía
del afán en mi corazón!
Aún no ha abierto la flor, sólo suspira el viento.
No he visto su cara ni he oído su voz; sólo oí sus pasos blandos,
desde mi casa, por el camino.
Todo el día interminable de mi vida me lo he pasado tendiendo en el
suelo mi estera para él; pero no encendí la lámpara y no puedo
decirle que entre.
Vivo con la esperanza de encontrarlo; pero ¿cuándo le encontraré?
15
Estoy aquí para cantarte. Mi rinconcito está en este salón tuyo. Nada
tengo que hacer en este mundo tuyo; mi vida inútil no sabe más que
saltar en melodías sin razón.
Cuando en el oscuro templo de la medianoche dé la hora del adorarte en
silencio, ¡mándame que te venga a cantar, maestro mío! Cuando el arpa
de oro esté afinada en el aire matutino,
¡hónrame tú ordenando mi presencia!
16
Fui invitado a la fiesta de este mundo y así mi vida fue bendita.
Mis ojos han visto y oyeron mis oídos.
Mi parte en la fiesta fue tocar este instrumento; y he hecho lo que
pude.
Y ahora te pregunto: ¿no es tiempo todavía de que yo pueda
entrar
y ver tu cara y ofrecerte mi saludo silencioso?
19
Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio y lo tendré conmigo.
Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida
pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana. Se desvanecerá la sombra y tu voz se
derramará por todo el cielo, en arroyos de oro. Y tus palabras volarán,
cantando, de cada uno de mis nidos de pájaros y tus melodías estallarán
en flores, por todas mis profusas enramadas.
21
¿Cuándo echaré mi barca en la mar? Las horas lánguidas se me pasan
en la orilla, ¡ay!
La primavera acabó de florecer y se ha ido. Y cargado de vanas flores
marchitas, espero y tardo.
Se han puesto las olas clamorosas y en la vereda en sombra de la orilla,
las hojas amarillas aletean y caen.
¿Qué miras, di, en el vacío? ¿No sientes estremecerse el aire de una
canción lejana que viene, flotando, de la otra orilla?
26
Vino y se sentó a mi lado; pero yo no desperté. ¡Maldito sueño
aquel, ay!
Vino en la noche tranquila. Traía el arpa en sus manos, y mis sueños
resonaron con sus melodías.
¡Ay!, ¿por qué se van así mis noches?
¿Por qué no le veo nunca cuando su aliento está rozando mi sueño?
34
Que sólo quede de mí, Señor, aquel poquito con que pueda llamarte mi
todo.
Que sólo quede de mi voluntad aquel poquito con que pueda sentirte en
todas partes, volver a Ti en cada cosa, ofrecerte mi amor en cada
instante.
Que sólo quede de mí aquel poquito con que nunca pueda esconderte.
Que sólo quede de mis cadenas aquel poquito que me sujete a tu
deseo,
aquel poquito con que llevo a cabo tu propósito en mi vida: la cadena
de tu amor.
36
Mi oración, Dios mío, es esta:
Hiere, hiere la raíz de la miseria en mi corazón.
Dame fuerza para llevar ligero mis alegrías y mis pesares.
Dame fuerza para que mi amor dé frutos útiles.
Dame fuerza para no renegar nunca del pobre ni doblar mi rodilla al
poder del insolente.
Dame fuerza para levantar mi pensamiento sobre la pequeñez cotidiana.
Dame, en fin, fuerza para rendir mi fuerza, enamorado, a tu
voluntad.
43
Fue un día en que yo no te esperaba. Y entraste, sin que yo te lo
pidiera, en mi corazón, como un desconocido cualquiera, Rey mío; y
pusiste tu sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida. Y hoy
los encuentro por azar, desparramados en el polvo, con tu sello,
entre el recuerdo de las alegrías y los pesares de mis anónimos días
olvidados.
Tú no desdeñaste mis juegos de niño por el suelo; y los pasos que
escuché en mi cuarto de juguetes con los mismos que resuenan ahora de
estrella en estrella.
57
¡Luz, luz mía, luz que llenas el mundo, luz que besas los ojos que
hace dulce el corazón!
¡Ay, cómo salta la luz, amor mío, en medio de mi vida!
¡Cómo hiere, amor mío, las cuerdas de mi amor!
El cielo se abre y corre loco el viento y la risa se desboca por toda la
tierra.
Las mariposas tienden sus velas por el mar de
luz y sobre
la cresta de las olas de luz, abren lirios y jazmines.
La luz se derrite en oro en cada nube, amor mío y luego se derrama en
pedrerías sin fin.
Un alborozo nuevo va de hoja en hoja, amor mío, un gozo sin límites.
¡El río del cielo ha roto sus riberas y todo brilla, inmensamente
inundando de alegría!
59
Sí, ya sé, amado de mi corazón, que todo esto, esta luz de oro que
salta por las hojas, estas nubes ociosas que navegan por el cielo, esta
brisa pasajera que me va refrescando la frente;
ya sé que todo esto no es más que tu amor.
Esta luz de la mañana, que me inunda los ojos, no es sino tu mensaje a
mi alma. Tu rostro se inclina a mí desde su cenit, tus ojos miran abajo
y tus pies están sobre mi corazón.
81
¡Cuántos días ociosos he sentido pena por el tiempo perdido! Pero ¿ha
sido perdido alguna vez, Señor? ¿No has tenido Tú mi vida, cada
instante en tus manos?
Escondido en el corazón de las cosas, Tú nutres las semillas
y las tornas en brotes y los capullos en flores y las flores en
frutos.
Estaba yo dormitando, rendido, en mi lecho ocioso y pensaba que no hacía
cosa alguna. Cuando desperté, en la mañana, vi mi jardín lleno de
flores maravillosas.
90
¿Qué ofrecerás a la muerte el día que llame a tu puerta? -Le tenderé
el cáliz de mi vida, lleno del dulce mosto de mis días de otoño y de
mis noches de verano.
¡No se irá con las manos vacías! Todas las cosechas y todas las
ganancias de mi afán, se las daré, el último día, cuando ella llame
a mi puerta.
96
Cuando me vaya, sea esta mi palabra última: que lo que he visto no
puede ser mejor.
Gusté la miel oculta de este loto que se abre en el océano de la luz,
y así fui bendito.
Sea esta mi última palabra.
He jugado en esta casa de juguetes de formas infinitas; y vislumbré,
jugando,
a aquel que no tiene forma.
Mi cuerpo entero ha vibrado al contacto de aquel que es intangible.
Si aquí debe ser el fin, sea. Esta es mi última palabra.
100
Desciendo a las profundidades del mar de las formas,
en busca de la perla perfecta de lo que no la tiene.
No más este navegar, de puerto en puerto, con mi barco viejo de
naufragios.
Ya se fueron los días en que era mi gozo ser juguete de las olas.
Y ahora tengo ansia de morir en lo inmortal.
Llevaré el arpa de mi vida al tribunal que está junto
al abismo sin fin de donde sube la música no tocada.
Y acordaré mi música con la música de lo eterno y cuando haya cantado
su sollozo último,
pondré mi arpa muda a los pies de lo callado.
101
Toda mi vida te busqué con mis canciones. Ellas me llevaron de puerta
en puerta
y con ellas tanteé a mi alrededor, buscando, buscando mi mundo.
Lo que he aprendido en mi vida, ellas me lo enseñaron; me abrieron
sendas secretas,
encendieron a mis ojos todas las estrellas que hay sobre el horizonte de
mi corazón.
Mis canciones me guiaron, cada día, a los misterios del placer y del
dolor.
Y ahora, ¿a qué portal de qué palacio me han traído, en este
anochecer en que acaba mi camino?
103
Permite, Dios mío, que mis sentidos se dilaten sin fin, en una salutación
a Ti,
y toquen este mundo a tus pies.
Como una nube baja de julio, cargada de chubascos,
permite que mi entendimiento se postre a tu puerta, en una
salutación a Ti.
Que todas mis canciones unan su acento diverso en una sola
corriente,
y se derramen en el mar del silencio, en una salutación a Ti.
Como una bandada de cigüeñas que vuelan, día y noche, nostálgicas de
sus nidos de montaña, permite, Dios mío, que toda mi vida emprenda su
vuelo a su hogar eterno, en una salutación a Ti.
CITAS Y FRASES CÉLEBRES
Agradezco no ser una de las ruedas del
poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas.
Aquél que se preocupa por hacer el bien no
tiene tiempo de ser bueno.
Aunque le arranques sus pétalos, no quitarás
su belleza a la flor.
¡Búscate, oh Belleza! En el amor, no en la
adulación de tu espejo.
Convertid un árbol en leña y podrá arder
para vosotros, pero ya no producirá flores ni frutos.
Cuando tu sonreías y me hablabas de
cualquier cosa, yo sentía que este momento era el que tanto y tanto había
esperado.
Dejadme creer que, entre todas las
estrellas, hay una que guía mi vida a través de lo desconocido.
El agua es brillante en una vaso y oscura en
el mar. La verdad pequeña tiene palabras claras, y la verdad grande
tiene un gran silencio.
El eco busca su origen para probar que es él
el original.
El hacha del leñador pidió al árbol su
mango, y el árbol se lo dio.
El hombre entra en la multitud para ahogar
el clamor de su propio silencio.
El hombre es peor que la bestia cuando la
bestia domina al hombre.
El mejor no viene solo, viene con la compañía
de todo.
El misterio de la creación es grande como
la oscuridad de la noche y las ilusiones de sabiduría son como las
nieblas de la madrugada.
El perfecto quiere embellecerse por el amor
del imperfecto.
El tesoro de la castidad proviene de la
abundancia del amor.
Engarza en oro las alas del pájaro y nunca
más volará al cielo.
Es fácil hablar claro cuando no va a
decirse toda la verdad.
Ese que habla tanto está completamente
hueco, ya sabes que el cántaro vacío es el que más suena.
“¡He perdido mi gotita de rocío!” dice
la flor al cielo al amanecer que ha perdido todas sus estrellas.
La desdicha es grande pero el hombre es aún
más grande que la desdicha.
La patria no es la tierra. Sin embargo, los
hombres que la tierra nutre son la patria.
La poesía es el eco de la melodía del
Universo en el corazón de los humanos.
La riqueza no se pega a aquellos a quienes
el destino guarda su tesoro en la pobreza.
La verdad no está de parte de quien grite más.
La vida es la constante sorpresa de ver que
existo.
Los hombres son crueles, pero el hombre es
bueno.
Mantente a flote por todos los medios; pero
si te es imposible, ten el valor de hundirte sin ruido.
No digas “es la mañana” y la dejes
marchar con el nombre de ayer. Mírala por primera vez como un recién
nacido que todavía no tiene nombre.
No hay cosa más difícil de soportar que la
fe ciega del estúpido.
No hay más que una historia: la historia
del hombre. Todas las historias nacionales no son más que capítulos de
la mayor.
No ofendas a tu amigo prestándole méritos
de tu propia imaginación.
No pongas tu amor en un precipicio sólo
porque sea alto.
No puedo escoger el mejor, el mejor me escoge
a mi.
Os doy las gracias porque no soy una de las
ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por él.
Que el amor puede siempre perderse es un
hecho que no podemos aceptar como verdad.
Que mis pensamientos vengan a ti, cuando me
habré marchado. Como el resplandor del sol puesto, en el margen del
estrellado silencio.
Si cierras la puerta a tus errores, dejarás
afuera la verdad.
Si yo perdiera mi fe en ti, me moriría. Yo
sé, amor mío, que las nubes sólo duran un momento y que el sol es
para todos los días.
Toda reforma impuesta por la violencia no
corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia.
Una vez soñamos que éramos extraños y
vimos al despertar que nos queríamos el uno al otro.