Camino
bajo la lluvia de cualquier tarde gris,
de una ciudad gris e insignificante
cualquiera. A mi alrededor pasan en
oleadas frenéticas, una ingente cantidad
de personas que amparan sus rostros en
una infranqueable maraña de paraguas.
De repente noto
algo extraño. El mundo comienza a
desvanecerse y un escalofrío recorre mi
alma agonizante. Otra vez vuelve a nacer
en mí, como el pájaro que no quiere
olvidar volar y lucha desesperadamente
por escapar de su jaula aun a costa de
rasgar para siempre sus alas, ese
pensamiento que me atormenta...
La existencia humana no es más que un eterno
ciclo de vidas
y reencarnaciones con el inmortal designio de
encontrar nuestra
única alma gemela. Sólo será, eternamente,
una persona. La
conoceremos siempre a lo largo de estas vidas,
bien sea en la
parada de un autobús al pedirte la hora, o
tropezando casualmente
por la calle en un día de prisas. No importa,
dos espíritus
errantes que pugnan eternamente por
encontrarse. Cuando morimos,
volvemos a nacer en otra vida y el ciclo de búsqueda
se repite.
La vida no es sino una larga y continua búsqueda
que, como una
absorbente tragicomedia, dará lugar a
distintos desenlaces.
Quien la encuentra y es correspondido, será
el ser más feliz
de la creación y vivirá una vida plena de
satisfacciones.
Quien no lo consigue,
no se le negará la oportunidad de
serlo, pero no obtendrá la felicidad plena,
y en su vida también
habrá sinsabores.
Por último está
quien tras esta larga búsqueda, exhausto y a
punto de perder toda esperanza, encuentra su
alma gemela y
refleja todo el sublime e inmortal amor en la
persona amada..., y
el trágico destino decide separarlos...será
el ser más desdichado
de la tierra...soy el ser más...
...es de pronto de noche y noto como unas
lágrimas furtivas caen por mis mejillas
encontrando cobijo en las gotas de lluvia
que cubren mi rostro. Sigo andando para
desaparecer como un punto más en una
gris ciudad, buscando una tumba en la que
aliviar mi alma de poeta moribundo...
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