Parte de su Biografía está en
sus famosas rimas..
Gustavo Adolfo Bécquer, nació en Sevilla en 1936,
hijo de un célebre pintor, protegido de un duque,
parecía destinado a gozar en una visa fácil que
nunca conoció.
Cuando tenía tan sólo cinco años
de edad, muere su padre, dejándolo al cuidado de un tío,
con su hermano Valerio, que sería un pintor
como el padre, con quien recorrerá luego gran
cantidad de ciudades españolas.
De esos viajes surgirían, más tarde, su Historia de
los templos de España y sus famosas leyendas,
ambientadas en las diversas tradiciones regionales.
Mientras trabaja en el periódico El Contemporáneo
publica sus Cartas desde mi celda, escritas en un
monasterio donde repone su delicada salud física y
emocional, pues una Tuberculosis le había
significando el rompimiento definitivo con Julia Espín,
de la cual estaba tan enamorado como puede imaginárselo
el lector en sus rimas dedicadas a ella.
Convaleciente aún de esa desilusión, contrae
matrimonio con Casta Esteban Navarro ("Tu
aliento es el aliento de las flores", dice su
poema A Casta, la rima XLVI). pero el remedio no
resulta, las disputas matrimoniales van en aumento,
hasta que ella lo abandona, para volver sólo unos
meses antes de la muerte del poeta. Esta ocurre en
Madrid el 22 de Diciembre de 1870, cuando preparaba
la edición de las obras completas.
Treinta y cuatro años de vida le bastaron para dar
inmortalidad a un apellido tomado de un abuelo, en
reemplazo de los de su padre y madre que eran Domínguez
Bastida.
El dolor y el placer, la esperanza y el desengaño,
el sueño y la pesadilla, lo normal y lo increíble
se dan la mano en la obra de las rimas que en esta páginas
para el conocimiento de los jóvenes y la añoranza
de los mayores.
Con la promesa del autor de que "mientras haya
un misterio para el hombre, habrá poesía". Y
la seguridad de que mientras haya poesía, se leerá
a Gustavo Adolfo Bécquer.
Por los tenebrosos
rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos,
duermen los extravagantes hijos de mi fantasía,
duermen por los tenebrosos rincones de mi cerebro,
acurrucados y desnudos, esperando en el silencio que
el Arte los vista de la palabra, para poderse
presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el leche de amor de la Miseria, y
parecida a esos padres que engendran más hijos de
los que pueden alimentar, mi Musa concibe y pare en
el misterioso santuario de la cabeza, poblándolo de
creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad
ni todos los años que me restan de vida serían
suficientes a dar forma.
Y aquí, dentro, desnudos y deformes, revueltos y
barajados en indescriptible confusión, los siento a
veces agitarse y vivir con una vida obscura y extraña,
semejante a la de esas miríadas de gérmenes que
hierven y se estremecen en una eterna incubación,
dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar
fuerzas bastantes para salir a la superficie y
convertirse, al beso del sol, en flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de
ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de
la medianoche, que a la mañana no puede recordarse.
En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se
subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose
en terrible, aunque silencioso tumulto, buscan en
tropel por dónde salir a la luz de las tinieblas en
que viven. Pero ¡ay!, que entre el mundo de la idea
y el de la forma existe un abismo, que sólo puede
salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa,
se niega a secundar sus esfuerzos. Mudos, sombríos e
impotentes, después de la lucha inútil lucha
vuelven a caer en los surcos de las sendas, si cae el
viento, las hojas amarillas que levantó el remolino.
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la
imaginación explican algunas de mis fiebres; ellas
son la causa, desconocida para la ciencia, de mis
exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal,
vengo viviendo hasta aquí, paseando por entre la
indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi
cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas
tienen un término, y a éstas hay que ponerles punto.
El Insomnio y la Fantasía siguen procreando en
monstruoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya
como las raquíticas plantas de vivero, pugnan por
dilatar su fantástica existencia, disputándose los
átomos de la memoria como el escaso jugo de una
tierra estéril. Necesario es abrir paso a las aguas
más profundas, que acabarán por romper el dique,
diariamente aumentadas por un manantial vivo.
¡Andad, pues; andad y vivid con la única vida que
puedo daros! Mi inteligencia os nutrirá lo
suficiente para que seáis palpables. Os vestirá
aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence
vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de
vosotros una maravillosa estrofa tejida de frases
exquisitas, en la que os pudierais envolver con
orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera
poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se
cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado
perfume. ¡Mas es imposible!
No obstante, necesito descansar; necesito, del mismo
modo que se sangra el cuerpo por cuyas hinchadas
venas se precipita la sangra con pletórico empuje,
desahogar el cuerpo, insuficiente a contener tantos
absurdos.
Quedad, pues consignados aquí, como la estela
nebulosa que señala el paso de un desconocido cometa;
como los átomos dispersos de un mundo en embrión
que aventa por el aire la muerte antes que su Creador
haya podido pronunciar el Fiat Lux que separa la
claridad de las sombras.
No quiero que en mis noches sin sueño volvaís a
pasar por delante de mis ojos, en extravagante
procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que
os saque a la vida de la realidad, del limbo en que
vivís semejantes a fantasmas sin consistencia. No
quiero que al romperse esta arpa vieja y cascada ya
se pierdan, a la vez que el instrumento, las
ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco
del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío,
apartar los ojos de este mundo que llevo dentro de la
cabeza. El sentido común, que es la barrera de los
sueños, comienza a flaquear, y las gentes de
diversos campos se mezclan y se confunden. Me cuesta
trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han
sucedido; mis afectos se reparten entre fantasmas de
la imaginación y personajes reales; mi memoria
clasifica revueltos nombres y fechas de mujeres y días
que no han existido sino en mi mente. Preciso es
acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para
siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche
de la Muerte, sin que vengáis a ser mi pesadilla,
maldiciéndome por haberos condenado a la nada antes
de haber nacido. Id, pues, al mundo, a cuyo contacto
fuisteis y quedad en él como el eco que encontraron
en un alma que pasó por la tierra sus alegrías y
sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para
el gran viaje; de una hora a otra puede desligarse el
espíritu de la materia para remontarse a regiones más
puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo,
como el abigarrado equipaje de un saltimbanqui, el
tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando
la fantasía en los desvanes del cerebro.
El tema predominante en sus rimas es el amor, amor
que discurre entre la ilusión, la esperanza, la
alegría, desengaño, el dolor y la soledad. Debió Bécquer
conocer varias mujeres en su vida y sus relaciones
amorosas debieron ser bastante complejas, dada "la
sensibilidad poco común de su carácter". En
sus rimas encontramos huellas de estas relaciones.
Poco importan en verdad los nombres de esas mujeres.
Lo que sí importa es el proceso emocional que en
escasos años lo conducen al desengaño.