Te tengo delante.
Tu mirada se pierde ausente en tus pensamientos.
Te miro, y de repente, todo comienza a temblar a mi alrededor.
Me cojo de los brazos de la silla, pero nada se mueve. Sin embargo, no puedo dejar de sentir el terremoto.
No sé cuanto durará. Todo tiembla. Mi alma se resquebraja. Mi voluntad cae y se hace añicos. Mi corazón es un juguete que se precipitó al mar. Tristeza, asombro e ilusión amenazan con aplastarme si no me muevo. No puedo moverme. No sé a dónde ir. No sé a dónde escapar. Estoy paralizado, mientras cada uno de tus parpadeos es una sacudida aún más violenta que la anterior. No sé cuanto rato voy a poder seguir mirándote. Imposible no mirarte. No mirar tus grandes ojos tristes. Imposible no sentirme vivo.
De pronto, giras la cabeza y comienzas a hablar. Todo cesa. Fueron unos segundos. La destrucción es total. Habrá más réplicas. La quietud se hará eterna y desesperante.
Imposible reconstruirlo todo…