Y en aquel instante comprendí que el pasado era una ilusión. Un pasado que ya no tenía ni tendría nunca nada de real. Sólo podía acceder a él a través de recuerdos que mi mente había modelado y distorsionado a mi antojo, consciente o inconscientemente. Para nada como realmente habían ocurrido las cosas.
Millones de neuronas conspirando hasta conseguir su propósito.
Nunca recordamos las cosas como sucedieron, sino como creemos que sucedieron, o en un acto de autoengaño, como nos decimos a nosotros mismos que sucedieron.
Millones de falsos recuerdos que poco a poco caen en el olvido, como las hojas de un bosque en otoño… como un sueño que se desvanece cuando despiertas.