Soñamos

Soñamos días de mañana
que nunca llegan.
Soñamos una gloria
que no deseamos.
Soñamos un nuevo día
cuando ese día ya ha llegado.
Huimos de una batalla
en la que deberíamos pelear.

Y sin embargo dormimos.

Esperamos la llamada
sin adelantarnos a ella.
Basamos nuestras esperanzas en el futuro
cuando el futuro no es más que vanos proyectos.
Soñamos con una sabiduría
que evitamos cada día.
Llamamos con nuestras plegarias a un salvador
cuando la salvación está en nuestras manos.

Y sin embargo dormimos.

Y sin embargo dormimos.
Y sin embargo rezamos.
Y sin embargo tenemos miedo.

Si me llamaras

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incognito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas.»

PEDRO SALINAS

BOTÓN, BOTÓN

BOTÓN, BOTÓN, de RICHARD MATHESON

El paquete estaba junto a la puerta —una caja de cartón sellada con cinta, la dirección y sus nombres escritos a mano: Señor y Señora Lewis, 217 E. calle 37, Nueva York, Nueva York, 10016. Norma lo levantó, abrió la puerta y entró al apartamento. Apenas empezaba a oscurecer.

Después de haber puesto los trozos de cordero en la parrilla, se sentó y abrió el paquete.

Dentro de la caja de cartón había una unidad provista de un botón y sujetada a una pequeña arca de madera. Una cúpula de vidrio cubría el botón. Norma intentó levantarla pero estaba sellada. Volteó la unidad y vio un papel doblado y pegado con cinta adhesiva a la parte inferior de la caja. Lo desprendió: El señor Steward los visitará a las 8 p.m.

Norma colocó la unidad del botón a su lado, sobre el sofá. Releyó el mensaje impreso, sonriendo.

Unos minutos después regresó a la cocina para hacer la ensalada.

El timbre sonó a las ocho en punto. —Yo abro —gritó Norma desde la cocina. Arthur estaba en la sala, leyendo.

Había un hombre pequeño en la entrada. Se quitó el sombrero cuando Norma abrió la puerta. —¿Señora Lewis? —preguntó cortésmente.

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Kick-Ass (el cómic)

A raíz del estreno en cine de la adaptación de este cómic, y de la buena impresión que me causó su autor Mark Millar en su otra novela gráfica «Wanted«, me decidí a leer «Kick-Ass» con grandes expectativas, y la verdad es que no me he sentido defraudado.

«Kick-Ass» cuenta la historia de Dave Lizewski (dicho nombre fue elegido por el ganador de una rifa benéfica quien decidió ponerle su propio nombre), un adolescente introvertido y amante de los cómics, que cual Don Quijote, un día decide ponerse un traje de superhéroe y luchar contra el crimen emulando a sus personajes de comics favoritos. Todo se complicará cuando encuentre a otros individuos con sus mismas inquietudes, y feroces adversarios en el mundo de la mafia.

Con un dibujo bastante destacable a cargo de John Romita Jr., se trata de un cómic crudo, rebosante de violencia explícita, y que arrancará al lector más de una sonrisa.

Recomendable.
Nota: 3.5 / 5

Libro: El Club de la Lucha

«El Club de la Lucha» nos muestra el reflejo de un mundo violento y miserable, donde el protagonista pretende ser la voz de toda una generación usada y traicionada; atrapada en la esclavitud consumista; en una vida diseñada y controlada por los medios de comunicación.

Usando un lenguaje bastante corrosivo y directo, el autor trata de herir la conciencia de los lectores, para despertarles del letargo en el que viven sus grises vidas, como si usara brutalmente una ametralladora que no deja de disparar con un ritmo frenético durante toda la novela.

«Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados».

Obra magistral de Chuck Palahniuk (sin duda un autor a tener muy en cuenta), que recuerda en muchos momentos a «La Naranja Mecánica«, y que tuvo una acertada y recomendable adaptación cinematográfica por parte del director David Fincher.

Muy recomendable.
Nota: 4/5.

Consumismo

«Compras muebles. Te dices a ti mismo: «Éste es el último sofá que necesitaré en toda mi vida». Compras el sofá y durante un par de años te sientes satisfecho de que aunque no todo vaya bien, al menos, has sabido solucionar el tema del sofá. Luego, la vajilla adecuada.
Luego, la cama perfecta. Las cortinas. La alfombra.
Finalmente, te quedas atrapado en tu precioso nido y los objetos que solías poseer ahora te poseen a ti.»

«El Club de la Lucha» (Chuck Palahniuk)

Mi Alma Invencible

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invencible.

En las azarosas garras de las circunstancias nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el Horror de la Sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuan estrecho sea el portal,
cuan cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.

Invictus (William Ernest Henley)