Todo en la vida nos llega con retraso.
Leemos periódicos que fueron escritos hace horas. Demasiado tarde para reaccionar.
La imagen de la televisión nos llega con unos segundos de retardo. Premio para el vecino que contemple antes las miserias del hipnótico caleidoscopio.
Juzgamos a delincuentes cuyo delito es imposible de reparar.
Nos cruzamos de brazos ante gobiernos que tratan de arreglar los desastres de anteriores gobiernos, mientras generan los suyos propios, aún más imperdonables.
Nos emocionamos ante unos pocos libros escritos hace años, mientras que ignoramos o despreciamos una inmensa mayoría que cambiarían nuestras vidas.
Nuestras noches están iluminadas por estrellas que quizá hace siglos que estallaron.
Tardamos en darnos cuenta de las personas que realmente merecen la pena, y repetimos una y otra vez rodeándonos del mismo tipo de imbéciles.
Añoramos pronunciar mil te quieros para gente que se fue sin ellos.
Nos enamoramos demasiado tarde, a destiempo, cuando el sol de primavera renunció por nubes de tormenta sin fin.
Morimos, justo después de darnos cuenta que no hemos vivido.
Todo en la vida nos llega con retraso.
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