La Batalla Final

LA BATALLA FINAL
Harry Harrison

Por la noche, después de recoger los restos de la cena, no había nada que nos gustase más a los niños que sentarnos alrededor del fuego mientras Padre nos contaba una historia.

Dirás que suena ridículo, o anticuado, con todos los medios de entretenimiento modernos que existen, pero ¿te olvidas de ello si yo sonrío indulgentemente?

Tengo dieciocho años y, de muchas variadas formas, he dejado algunas niñadas detrás mío. Pero Padre es un orador y su voz despide un mágico aliento que aún me engancha, y, para ser sincero, eso me fascina. Incluso si pensamos que ganamos la Guerra, perdimos bastante en el proceso, y allá afuera hay un mundo cruel e ingrato. Seguiré siendo joven todo lo más que pueda.

– Cuéntanos acerca de la batalla final – era lo que por lo general decían los niños, y ésta es la historia que él, por lo general, contaba. Es una historia terrible, incluso sabiendo que ya todo ha acabado, pero no hay nada como un buen escalofrío recorriendo arriba y abajo tu espina dorsal antes de irte a dormir.

Padre tomó una cerveza, la sorbió pausadamente, y luego sacudió los restos de espuma del bigote con un dedo. Era la señal de que iba a comenzar.

– La guerra es el infierno, no lo olvidéis – dijo, y los dos más pequeños rieron entre dientes porque les podían lavar la boca con jabón si ellos decían la palabra.

– La guerra es el infierno, siempre ha sido así, y el único motivo por el cual os cuento esta historia es porque nunca os lo haré olvidar. Luchamos la batalla final de la última guerra, y gran cantidad de hombres buenos murieron para alcanzar la victoria, y es por eso que siempre os lo recordaré. Si ellos tuvieron alguna razón para morir, era para que vosotros pudierais vivir. Y nunca, jamás, tener que luchar en una guerra otra vez.

– En primer lugar, abandonad la idea de que hay algo noble o maravilloso en una batalla. No lo hay. Es un mito que ha estado agonizando por mucho tiempo y probablemente se trate de datos procedentes de la prehistoria, cuando la guerra era un sencillo combate mano a mano, ejecutado a la entrada de una caverna mientras un hombre defendía su hogar de un extraño. Esos días han pasado hace mucho, y lo que era bueno para el individuo puede significar la muerte para la comunidad civilizada. Supuso la muerte para ellos, ¿no es así?

Los ojos serios y enormes de Padre se lanzaron a través de todo el círculo de rostros expectantes, pero ni uno de ellos se enfrentó a su mirada. Por alguna razón, nosotros nos sentíamos culpables, pese a que muchos ni siquiera habíamos nacido cuando la guerra.

– Ganamos la guerra, pero en verdad no es una victoria si no aprendemos una lección de ello. El otro bando pudo descubrir primero el Arma Definitiva, y si ellos la hubiesen tenido nosotros seríamos los que habríamos muerto y desaparecido, y eso no debéis olvidarlo nunca. Sólo un azar histórico preservó nuestra cultura y destruyó la de ellos. Si este accidente del destino puede poseer algún significado para nosotros, debe ser que aprendimos un poco de humildad. No somos dioses ni somos perfectos… y debemos abandonar el combate como medio de dirimir las diferencias humanas. Yo estuve allí y ayudé a matarlos y sé de lo que hablo.

Después de esto viene el momento que estamos esperando y todos contenemos el aliento, expectantes.

– Aquí está – dice Padre, poniéndose en pie y extendiéndose a lo largo de toda la pared -. Esta es, el arma que hace llover la muerte a distancia, el Arma Definitiva.

Padre blande el arco sobre su cabeza, suscitando una dramática figura a la luz del fuego, su sombra alargándose por la cueva y sobre la pared. Incluso el niño más pequeño deja de rascarse las pulgas bajo las pieles que nos cubren y espera, embobado.

– El hombre con la cachiporra, el cuchillo de piedra o la lanza nada puede contra el arco. Ganamos nuestra guerra y debemos usar este arma sólo para la paz, matar el alce y el mamut. Ese es nuestro futuro.

Sonríe mientras cuelga cuidadosamente el arco de regreso a su soporte.

– El desempeño de una guerra es demasiado terrible ahora. La era de la paz perpetua ha comenzado.

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