y para mantener su verde más intenso,
su hoja temprana es una flor
que vive tan solo una hora.
Y entonces la hoja muere para caer.
Así se hundió el Edén muy a su pesar,
así el alba desciende día a día.
Pues nada dorado permanece.
«Bésame», dices. Te beso,
y mientras te beso pienso
en los fríos que serán
tus labios en el espejo.
«Toda el alma para ti»,
murmuras, pero en el pecho
siento un vacío que sólo
me lo llenará ese alma
que no me das.
El alma que se recata
con disfraz de claridades
en tu forma del espejo.
Y sin embargo dormimos.
Esperamos la llamada
sin adelantarnos a ella.
Basamos nuestras esperanzas en el futuro
cuando el futuro no es más que vanos proyectos.
Soñamos con una sabiduría
que evitamos cada día.
Llamamos con nuestras plegarias a un salvador
cuando la salvación está en nuestras manos.
Y sin embargo dormimos.
Y sin embargo dormimos.
Y sin embargo rezamos.
Y sin embargo tenemos miedo.
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incognito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas.»
BOTÓN, BOTÓN, de RICHARD MATHESON
El paquete estaba junto a la puerta —una caja de cartón sellada con cinta, la dirección y sus nombres escritos a mano: Señor y Señora Lewis, 217 E. calle 37, Nueva York, Nueva York, 10016. Norma lo levantó, abrió la puerta y entró al apartamento. Apenas empezaba a oscurecer.
Después de haber puesto los trozos de cordero en la parrilla, se sentó y abrió el paquete.
Dentro de la caja de cartón había una unidad provista de un botón y sujetada a una pequeña arca de madera. Una cúpula de vidrio cubría el botón. Norma intentó levantarla pero estaba sellada. Volteó la unidad y vio un papel doblado y pegado con cinta adhesiva a la parte inferior de la caja. Lo desprendió: El señor Steward los visitará a las 8 p.m.
Norma colocó la unidad del botón a su lado, sobre el sofá. Releyó el mensaje impreso, sonriendo.
Unos minutos después regresó a la cocina para hacer la ensalada.
El timbre sonó a las ocho en punto. —Yo abro —gritó Norma desde la cocina. Arthur estaba en la sala, leyendo.
Había un hombre pequeño en la entrada. Se quitó el sombrero cuando Norma abrió la puerta. —¿Señora Lewis? —preguntó cortésmente.
A raíz del estreno en cine de la adaptación de este cómic, y de la buena impresión que me causó su autor Mark Millar en su otra novela gráfica «Wanted«, me decidí a leer «Kick-Ass» con grandes expectativas, y la verdad es que no me he sentido defraudado.
«Kick-Ass» cuenta la historia de Dave Lizewski (dicho nombre fue elegido por el ganador de una rifa benéfica quien decidió ponerle su propio nombre), un adolescente introvertido y amante de los cómics, que cual Don Quijote, un día decide ponerse un traje de superhéroe y luchar contra el crimen emulando a sus personajes de comics favoritos. Todo se complicará cuando encuentre a otros individuos con sus mismas inquietudes, y feroces adversarios en el mundo de la mafia.
Con un dibujo bastante destacable a cargo de John Romita Jr., se trata de un cómic crudo, rebosante de violencia explícita, y que arrancará al lector más de una sonrisa.
Recomendable.
Nota: 3.5 / 5
«El Club de la Lucha» nos muestra el reflejo de un mundo violento y miserable, donde el protagonista pretende ser la voz de toda una generación usada y traicionada; atrapada en la esclavitud consumista; en una vida diseñada y controlada por los medios de comunicación.
Usando un lenguaje bastante corrosivo y directo, el autor trata de herir la conciencia de los lectores, para despertarles del letargo en el que viven sus grises vidas, como si usara brutalmente una ametralladora que no deja de disparar con un ritmo frenético durante toda la novela.
«Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados».
Obra magistral de Chuck Palahniuk (sin duda un autor a tener muy en cuenta), que recuerda en muchos momentos a «La Naranja Mecánica«, y que tuvo una acertada y recomendable adaptación cinematográfica por parte del director David Fincher.
Muy recomendable.
Nota: 4/5.
‘Si alguna vez estás en el vestíbulo de un hotel grande y empieza a sonar El danubio Azul, sal corriendo. No pienses. Corre.
Las cosas ya no se anuncia nunca de forma directa.
Si alguna vez estás en un hospital y llaman a la enfermera Flamingo para que vaya a oncología, no aparezcas por allí. La enfermera Flamingo no existe. Si llaman al doctor Blaze, tampoco existe nadie con ese nombre.
En los hoteles grandes el vals quiere decir que hay que evacuar el edificio.
En la mayor parte de los hospitales, la enfermera Flamingo quiere decir que hay un incendio. El doctor Blaze quiere decir incendio. El doctor Green quiere decir suicidio. El doctor Blue quiere decir que alguien ha dejado de respirar.
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Si alguna vez vas al Hard Rock Café y anuncian que “Elvis ha salido del local”, quiere decir que todos los camareros tienen que ir a la cocina y averiguar qué platos especiales se han terminado.
Esas son las cosas que la gente te dice cuando no te está diciendo la verdad.
En los teatros de Broadway, “Elvis ha salido del local” quiere decir incendio.
En una tienda de comestibles, llamar al señor Cash equivale a llamar a un guardia jurado armado. Anunciar “llegada de mercancías en Ropa de Señoras” quiere decir que hay alguien robando en ese departamento. Otras tiendas llaman a una mujer ficticia llamada Sheila. “Sheila a la entrada” quiere decir que alguién está robando en la entrada de la tienda. El señor Cash, Sheila y la enfermera Flamingo siempre quieren decir malas noticias.
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-¿el señor Amond Silvestri? –dijo ella-. Si lo llaman ¿qué quiere decir?
En algunos aeropuertos, llamarlo quiere decir que hay un terrorista con bomba.
“Señor Amond Silvestre, por favor, reúnase con su grupo en la puerta diez del vestíbulo D” quiere decir que ahí es donde los tipos de SWAT van a encontrar a su hombre.
La señora Pamena Ransk-Mensa quiere decir un terrorista en el aeropuerto con solamente una pistola.
“Señor Bernard Wellis, por favor, reúnase con su grupo en la puerta dieciséis del vestíbulo F” quiere decir que alguien tiene un rehén con un cuchillo en la garganta.
…Terrilynn Mayfield: Ántrax …Cuando un cajero pide monedas pequeñas, dijo el niño, quiere decir que hay una mujer guapa en la cola y que todo el mundo tiene que ir a mirarla….La señora Pepper Haviland quiere decir el virus Ebola. El señor Turner Anderson quiere decir que alguien acaba de vomitar….
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Si hubiesa un incendio de verdad, se limitarían a hacer que alguien con voz agradable anunciara: “camioneta Buick con matrícula BRK 773, tiene las luces encendidas”. En caso de ataque nuclear real, se limitarían a gritar: “llamada telefónica en el bar para Austin Letterman. Llamada para Austin Letterman”.
El mundo no se va a terminar con una explosión ni con un gemido, sino con un anuncio discreto y de buen gusto por megafonía: “Hill Rivervale, llamada en espera en la línea dos”. Luego, la nada.’
Asfixia (Chuck Palahniuk)