J. C.

J. C.
Fredric Brown

– Walter, ¿qué es un J. C.? – preguntó la señora Ralston a su marido, el doctor Ralston, mientras desayunaban.
– Bueno, creo que éste era el nombre con que se designaba a los miembros de la llamada Cámara de Comercio Juvenil. No sé si todavía existen o no. ¿Por qué?
– Martha me ha dicho que Henry murmuraba ayer noche algo acerca de los J. C., cincuenta millones de J. C. No quiso contestarle cuando ella le preguntó qué significaba.
Martha era la señora Graham, y Henry, su marido, el doctor Graham. Vivían en la casa de al lado y los dos doctores y sus esposas eran íntimos amigos.
– Cincuenta millones – repitió el doctor Ralston, meditativamente -. Este es el número de partenogénesis efectuadas.

Él debía saberlo; él y el doctor Graham eran los responsables de las partenogénesis. Veinte años atrás, en 1980, realizaron el primer experimento de partenogénesis humana, la fertilización de una célula femenina sin ayuda de otra masculina. El fruto de ese experimento, llamado John, tenía veinte años y vivía con el doctor Graham y su esposa en la casa de al lado; lo habían adoptado tras el fallecimiento de su madre en un accidente ocurrido hacía algunos años.

Ningún otro partenogenésico tenía más de la mitad de la edad de John. Hasta que John hubo cumplido diez años, y se reveló como una persona sana y normal, no se decidieron las autoridades a retirar todos los obstáculos y permitir a todas las mujeres que quisieran tener un hijo y fueran solteras o estuvieran casadas con un hombre estéril que tuvieran un hijo partenogenésicamente. Debido a la escasez de hombres – la desastrosa epidemia iniciada en 1970 había aniquilado a casi la tercera parte de la población masculina del mundo -, más de cincuenta millones de mujeres solicitaron el permiso para tener hijos partenogenésicos y lo obtuvieron. Afortunadamente, para compensar el equilibrio de sexos, resultó que todos los niños concebidos por partenogénesis fueron varones.
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Robert A. Heinlein (IX)

Robert A. HeinleinLa novena entrega de la serie dedicada a grandes escritores del género de Terror y Ciencia Ficción, es para este escritor de ciencia ficción norteamericano nacido en Butler (Missouri) el 7 de julio de 1907 y considerado por algunos críticos entre los tres mejores de todos los tiempos (junto con Asimov y Clarke).

Entre sus obras más premiadas están Estrella doble (1956), Tropas del espacio (1960), Forastero en tierra extraña (1962) y La Luna es una cruel amante (1967).
También escribió, Ciudadano de la galaxia (1957), Puerta al verano (1957), Los hijos de Matusalem (1958), No temeré a ningún mal (1970), Tiempo para amar (1973), El número de la bestia (1980), Viernes (1982), Job, una comedia de justicia (1984), y El gato que atraviesa las paredes (1985).

Habitualmente riguroso en cuanto a la base científica en sus historias, incluso sus historias de fantasía contienen una estructura científica lógica.
Una de las características que definen su escritura fue el introducir en la temática de la ciencia ficción la administración, la política, la economía, la lingüística, la sociología y la genética.
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El Experimento

EL EXPERIMENTO
Fredric Brown

– La primera máquina del tiempo, caballeros – Informó orgullosamente el profesor Johnson a sus dos colegas -. Es cierto que sólo se trata de un modelo experimental a escala reducida. Únicamente funcionará con objetos que pesen menos de un kilo y medio y en distancia hacia el pasado o el futuro de veinte minutos o menos. Pero funciona.

El modelo a escala reducida parecía una pequeña maqueta, a excepción de dos esferas visibles debajo de la plataforma.

El profesor Johnson exhibió un pequeño cubo metálico.

– Nuestro objeto experimental – dijo – es un cubo de latón que pesa quinientos cuarenta y siete gramos. Primero, lo enviaré cinco minutos hacia el futuro.

Se inclinó hacia delante y movió una de las esferas de la máquina del tiempo.

– Consulten su reloj – advirtió.

Todos consultaron su reloj. El profesor Johnson colocó suavemente el cubo en la plataforma de la máquina. Se desvaneció.

Al cabo de cinco minutos justos, ni un segundo más ni un segundo menos, reapareció.

El profesor Johnson lo cogió.

– Ahora, cinco minutos hacia el pasado. – Movió otra esfera. Mientras aguantaba el cubo en una mano, consultó su reloj -. Faltan seis minutos para las tres. Ahora activaré el mecanismo – poniendo el cubo sobre la plataforma – a las tres en punto. Por lo tanto, a las tres menos cinco, el cubo debería desvanecerse de mi mano y aparecer en la plataforma, cinco minutos antes de que yo lo coloque sobre ella.

– En este caso, ¿cómo puede colocarlo? – preguntó uno de sus colegas.

– Cuando yo aproxime la mano, se desvanecerá de la plataforma y aparecerá en mi mano para que yo lo coloque sobre ella. Las tres. Presten atención, por favor.

El cubo desapareció de su mano.

Apareció en la plataforma de la máquina de tiempo.

– ¿Lo ven? ¡Está allí, cinco minutos antes de que yo lo coloque!

Su otro colega miró el cubo con el ceño fruncido.

– Pero – dijo – ¿y si ahora que ya ha sucedido cinco minutos antes de colocarlo ahí, usted cambiara de idea y no lo colocase en ese lugar? ¿No implicaría eso una paradoja de alguna clase?

– Una idea interesante – repuso el profesor Johnson -. No se me había ocurrido, y resultará interesante comprobarlo. Muy bien, no pondré…

No hubo ninguna paradoja. El cubo permaneció allí.

Pero el resto del universo, profesores y todo, se desvaneció.

La Batalla Final

LA BATALLA FINAL
Harry Harrison

Por la noche, después de recoger los restos de la cena, no había nada que nos gustase más a los niños que sentarnos alrededor del fuego mientras Padre nos contaba una historia.

Dirás que suena ridículo, o anticuado, con todos los medios de entretenimiento modernos que existen, pero ¿te olvidas de ello si yo sonrío indulgentemente?

Tengo dieciocho años y, de muchas variadas formas, he dejado algunas niñadas detrás mío. Pero Padre es un orador y su voz despide un mágico aliento que aún me engancha, y, para ser sincero, eso me fascina. Incluso si pensamos que ganamos la Guerra, perdimos bastante en el proceso, y allá afuera hay un mundo cruel e ingrato. Seguiré siendo joven todo lo más que pueda.

– Cuéntanos acerca de la batalla final – era lo que por lo general decían los niños, y ésta es la historia que él, por lo general, contaba. Es una historia terrible, incluso sabiendo que ya todo ha acabado, pero no hay nada como un buen escalofrío recorriendo arriba y abajo tu espina dorsal antes de irte a dormir.

Padre tomó una cerveza, la sorbió pausadamente, y luego sacudió los restos de espuma del bigote con un dedo. Era la señal de que iba a comenzar.
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H.G. Wells (VIII)

HG WellsSigo con la octava entrega de las fichas dedicadas a los grandes maestros de la literatura de terror y ciencia-ficción con este autor, filósofo y político inglés, famoso por sus novelas de ciencia-ficción, que contienen descripciones proféticas de los triunfos de la tecnología así como de los horrores de las guerras del siglo XX.

Herbert George Wells nació el 21 de septiembre de 1866, en Bromley (Kent).
Trabajó como aprendiz, contable, tutor y periodista hasta 1895, en que pudo dedicarse por completo a escribir. Durante los siguientes 50 años escribió más de 80 libros. Su primera novela, La máquina del tiempo (1895), en la que se entrelazaban la ciencia, la aventura y la política, obtuvo un éxito inmediato. A ella le siguieron gran cantidad de obras en esta línea, como La Isla del Dr. Moreau (1896), El hombre invisible (1897), La guerra de los mundos (1898) y Las cosas del futuro (1933), todas ellas dieron origen a una película.

Después de la I Guerra Mundial escribió una obra histórica que se hizo inmensamente popular, El esquema de la historia (2 volúmenes, 1920).
Aunque creyó firmemente en la utopía según la cual las vastas y terroríficas fuerzas materiales puestas a disposición de los seres humanos podrían ser controladas de un modo racional y utilizadas para el progreso y la igualdad entre los habitantes del mundo, poco a poco fue volviéndose más pesimista. Así Del 42 al 44 (1944) criticaba a la mayoría de los líderes mundiales de ese periodo; y El destino del homo sapiens (1945) expresaba las dudas del autor acerca de la posibilidad de supervivencia de la raza humana.
Falleció el 13 de agosto de 1946, en Londres.

LA MÁQUINA DEL TIEMPO (fragmento)

Así pues, como podía ver, el hombre del Mundo Superior había derivado hacia su blanda belleza, y el del Mundo Subterráneo hacia la simple industria mecánica. Pero aquel perfecto estado carecía aún de una cosa para alcanzar la perfección mecánica: la estabilidad absoluta. Evidentemente, a medida que transcurría el tiempo, la subsistencia del Mundo Subterráneo, como quiera que se efectuase, se había alterado. La Madre Necesidad, que había sido rechazada durante algunos milenios, volvió otra vez y comenzó de nuevo su obra, abajo. El Mundo Subterráneo, al estar en contacto con una maquinaria que, aun siendo perfecta, necesitaba sin embargo un poco de pensamiento además del hábito, había probablemente conservado, por fuerza, bastante más iniciativa, pero menos carácter humano que el Superior. Y cuando les faltó un tipo de carne, acudieron a lo que una antigua costumbre les había prohibido hasta entonces. De esta manera vi en mi última mirada el mundo del año 802.701. Esta es tal vez la explicación más errónea que puede inventar un mortal. Esta es, sin embargo, la forma que tomó para mí la cosa y así se la ofrezco a ustedes.

Aprended Geometría

Inauguro esta sección de cuentos cortos con uno de Fredric Brown, autor norteamericano especialista en el relato corto y la ciencia ficción, al que dedicaré un especial en la sección de Maestros del Terror y la Ciencia Ficción. Espero que os guste.

APRENDED GEOMETRÍA

Henry miró el reloj, a las dos de la mañana cerró el libro desesperado.

Seguramente lo suspenderían al día siguiente. Cuanto más estudiaba geometría, menos la comprendía. Había fracasado ya dos veces. Con seguridad lo echarían de la Universidad. Sólo un milagro podía salvarlo. Se enderezó.

¿Un milagro? ¿Por qué no? Siempre se había interesado por la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones muy sencillas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había probado. Y aquel era el momento o nunca. Tomó de la estantería su mejor obra de magia negra. Era sencillo. Algunas fórmulas. Ponerse a cubierto en un pentágono. Llega el demonio, no puede hacernos nada y se obtiene lo que se desea. ­¡El triunfo es vuestro!

Despejó el piso retirando los muebles contra las paredes. Luego dibujó en el suelo, con tiza, el pentágono protector. Por fin pronunció los encantamientos.

El demonio era verdaderamente horrible, pero Henry se armó de coraje.

– Siempre he sido un inútil en geometría – comenzó…

­ ¡A quién se lo dices! – replicó el demonio, riendo burlonamente.

Y cruzó, para devorarse a Henry, las líneas del hexágono que aquel idiota había dibujado en vez del pentágono…

Howard Philips Lovecraft (VII)

H.P. LovecraftLa séptima entrega de la serie dedicada a grandes escritores del género de Terror y Ciencia Ficción, es para este norteamericano que nació en Providence (Rhode Island) el 20 de agosto de 1890. Fue un niño enfermizo y precoz, con padres con graves trastornos psicológicos. De hombre fue tímido y sedentario.

Entre 1908 y 1923 se ganó la vida a duras penas escribiendo ocasionalmente relatos para revistas de poca tirada, como «Weird Tales».
Lovecraft nunca pensó que con el paso del tiempo iba a convertirse en un objeto de culto en casi todo el mundo. Su obra sobrepasó largamente los límites del género popular para el que estaba destinada, el terror, y ya forma parte de la literatura universal.
No le preocupaba tanto producir miedo como explorar ese sentimiento en sus textos. El conocimiento de las zonas oscuras de la mente era el motor principal de su escritura. Construyó así toda una mitología personal, conocida como los Mitos de Cthulhu, que incluía relatos como «La ciudad sin nombre» (1921), «El ceremonial» (1923) o «La llamada de Cthulhu» (1926), en los que postula la existencia de seres extraterrestres que a veces habitan dentro de los mismos seres humanos y tienen el sueño de volver a conquistar el planeta Tierra que alguna vez dominaron.
«Dagón» (1917), «La tumba» (1919), «Herbert West, Reanimador» (1922), «El horror de Dunwich» (1928), El caso de Charles Dexter Ward (1928) o En las montañas de la locura (1931) son otros de sus títulos más populares.
Es importante también citar «El Necronomicón«, mito basado en un rumor inventado por Lovecraft sobre la existencia de un libro maldito realizado por un tal Abduyl Alhazred, que no era más que un seudónimo que el escritor americano utilizó tras quedar prendado de la lectura de «Las mil y una noches».

Murió el15 de marzo de 1937, en el anonimato y la miseria, estando lejos de ser un autor conocido, pero había un círculo que lo consideraba un genio. Con los años, sus libros dejaron de ser un privilegio de los avisados y se transformaron, como los escritos por Poe o Hoffmann, en clásicos de la literatura de terror.

DAGÓN (fragmento)

Es durante la noche, sobre todo, cuando la luna es gibosa y menguante, cuando veo al ser. Probé la morfina, pero la droga ha resultado ser tan sólo una solución pasajera y me ha atrapado entre sus garras como esclavo sin esperanza de remisión. Así que voy a acabar con todo, habiendo escrito una relación completa para el conocimiento o la engreída diversión de mis semejantes. A menudo me pregunto si no habrá sido todo una fantasía… un simple monstruo de la fiebre sufrida mientras yacía preso de la insolación y enloquecido en el bote descubierto, tras mi huida del buque de guerra alemán. Eso me digo, pero siempre me viene una espantosa y vívida imagen a modo de respuesta. No puedo pensar en el profundo mar sin estremecerme ante los indescriptibles seres que puede que en este mismo instante estén reptando y removiéndose en sus fondos cenagosos, adorando arcaicos ídolos de piedra y tallando sus propias y detestables imágenes en obeliscos submarinos de rezumante granito. Sueño con el día en que puedan emerger entre el oleaje y sumergir entre sus garras a los restos de una humanidad débil y agotada por la guerra… el día en que la tierra se hunda y el oscuro lecho marino se alce entre el pandemónium universal.

El fin está próximo. Escucho un ruido en la puerta, como si un cuerpo inmenso y resbaladizo se debatiera contra ella. No dará conmigo. Dios, ¡esa mano! ¡La ventana!¡La ventana!

Más información sobre el autor en la Wikipedia, y algunos relatos aquí.

Julio Verne (VI)

Julio VerneLa sexta entrega de esta serie está dedicada a Julio Verne, en el día en que se cumplen 100 años de su muerte. Este francés universal y gran visionario, fue uno de mis escritores favoritos y más leídos de la infancia, destacando especialmente la fascinación que sentía por su libro Viaje al Centro de la Tierra.

Nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes (Francia). Fue un joven rebelde y propenso a la aventura. Desde muy pronto siente inclinación por los viajes. Intenta fugarse en un navío hacia la India cuando cuenta once años, su padre consigue detenerle en el mismo barco y le aplica un severo castigo: azotado con un látigo y encerrado a pan y agua. Pero lo que más le duele es la promesa que se le obliga a pronunciar: nunca pretenderá viajar más que con la imaginación.
Cursó estudios de leyes en París. En 1856 conoce a Honorine de Vyane, con la que contrajo matrimonio en 1857 tras establecerse en París como agente de bolsa. Entre 1848 y 1863 se dedicó a escribir libretos de ópera y obras de teatro. Su primer éxito le llegó cuando publicó Cinco semanas en globo (1863), un éxito fulminante gracias al cual firmó un espléndido contrato con el editor P. J. Hetzel, que le garantizaba la cantidad anual de 20.000 francos durante Los siguientes veinte años, a cambio de lo cual, se obligaba a escribir dos novelas de un nuevo estilo cada año. El contrato fue renovado por Hetzel y más tarde por el hijo de éste, con el resultado de que, durante más de cuarenta años, Los voyages extraordinaires aparecieron en capítulos mensuales dentro de la revista MAGASIN D’EDUCATION ET DE RECREATION.
Escritor al que le encantaba la ciencia y los inventos en el siglo XIX. Documentaba sus aventuras y predijo acertando muchos de los logros científicos del siglo XX. Escribió sobre cohetes espaciales, submarinos, helicópteros, aire acondicionado, misiles dirigidos e imágenes en movimiento, mucho tiempo antes de que aparecieran. Entre sus libros hay que destacar Viaje al centro de la tierra (1864), De la tierra a la luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La isla misteriosa (1870) y La vuelta al mundo en ochenta días (1872). Autor de más de ochenta libros que han sido traducidos a 112 idiomas. Sus obras han sido llevadas al cine. Tuvo mala salud que durante toda su vida, sufrió ataques de parálisis, era diabético y acabó por perder vista y oído. Fue agredido por uno de sus sobrinos, que le disparó un tiro a quemarropa dejándolo cojo. En 1892 fue distinguido con la Legión de Honor. Falleció el 24 de Marzo de 1905.

De la Tierra a la Luna (fragmento)

Había llegado el primero de diciembre, día decisivo, porque si la partida del proyectil no se efectuaba aquella misma noche, a las diez y cuarenta y seis minutos y cuarenta segundos, más de dieciocho años tendrían que transcurrir antes de que la Luna se volviese a presentar en las mismas condiciones simultáneas de cenit y perigeo.

El tiempo era magnífico. A pesar de aproximarse el invierno, el Sol resplandecía y bañaba con sus radiantes efluvios la Tierra, que tres de sus habitantes iban a abandonar en busca de un nuevo mundo.

¡Cuántas gentes durmieron mal durante la noche que precedió a aquel día tan impacientemente deseado! ¡Cuántos pechos estuvieron oprimidos bajo el peso de una ansiedad penosa! ¡Todos los corazones palpitaron inquietos, a excepción del de Michel Ardan! Este impasible personaje iba y venía con su habitual movilidad, pero nada enunciaba en él una preocupación insólita. Su sueño había sido pacífico, como el de Turena al pie del cañón, antes de la batalla.

Más información sobre el autor en: Viaje al centro del Verne desconocido, y en la Wikipedia.