No hay canción más apropiada para el día del fin del mundo que esta:
En el momento en que por su mente cruzó, rápida e inesperada como un relámpago, la primera mentira, el principio del fin estaba sellado.
Convertir esa mentira en palabras, supuso para ella un devastador ejercicio de culpabilidad, que hizo desmoronarse en su interior todos los principios que creía sagrados.
A esta mentira le siguieron otras, y descubrió que cada vez le dolían menos. Se estaba volviendo inmune al dolor que a él le causaría. Descubrió que disfrutaba con el engaño y el conflicto.
El dolor, no sería su dolor. Eso era lo único que importaba. Ella estaría muy por encima de la pena. Sería como un bombardero que soltaría su carga atómica, y volaría lejos, sin mirar atrás, sin preguntarse por los daños infringidos, sin leer prensa, sin ver la televisión. Bloqueo absoluto, victoria asegurada solamente a sus ojos. Eso era lo importante.
Todo sucedió rápido y como lo había planeado. Lo vio derrumbarse como nunca lo había visto. Se sorprendió sentirse fría y distante, incapaz de mirarlo a los ojos para no contagiarse de su dolor. En un instante todo terminó. Tanto, convertido en nada. El para siempre, en un recuerdo a olvidar. Con el tiempo hasta dudaría que lo amó. Tal vez nunca lo amó.
Ahora sólo quedaba la tarea más fácil. Engañarse a si misma cada día, cada minuto, cada pensamiento. Con ello conseguiría que las pesadillas, lo único que no podía manipular, acabaran siendo sus aliadas. Lo que opinara el mundo le daba igual.
Ahora podía por fin ser feliz. Al menos, eso era lo que ella creía…
Te crees libre.
Puedes elegir.
No te das cuenta que siempre, tu decisión ya la ha tomado otro por ti.
No percibes como todas las alternativas son la misma.
Como todos los caminos sólo llevan a una salida.
Como antes de plantearte nada, ya has elegido.
Como cualquier consejo en el que te apoyes, no es más que una mentira partidista.
Seguirás teniendo tu sensación de libertad.
Los hilos que te manejan son invisibles.
Puedes elegir.
Eres libre.