Me atreví a quererte, sin buscar quererte.
Sin pretenderlo.
Por sorpresa, sorprendiéndome a mi mismo.
Como un trapecista sin red, que en cada salto baila con la tragedia.
Sin importarme si tus manos estaban ahí para agarrarme,
o si nunca lo estuvieron y siempre estuve solo allí arriba.
Eso es lo que duele. No el golpe.
La incertidumbre de sentir, que aunque estabas ahí, yo seguía estando solo.
A mil kilómetros de tu silencio, solamente el muro infranqueable de tus miedos.
Siempre confiado a la red protectora de tu sonrisa.
Con el frío suelo como único e inevitable destino.
Precipitándome cada vez más y más rápido.
Sin bajar la vista.
No aceptando el final.
Buscando apoyos que se fueron.
Con la sorpresa del que no comprende nada y no puede hacer nada.
Lo que duele es la caída. No el golpe.
Me atreví a quererte…
…sin buscar quererte.
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