Quizá

Quizá cuando menos te lo esperes, sigilosa y radiante, te viene la felicidad sin buscarla, de puntillas, sin apenas hacer ruido. Más allá de un milagro… mucho más.

Quizá cuando más ganas tengas de sonreír, la vida te sorprende y te hace llorar. Inmerecida y fría. Como un largo adiós que nunca se acaba. Como el último beso, que nunca supiste que era el último.

En cualquier caso, estaré preparado para lo imposible, sin prometer luz ni oscuridad.

Con la única promesa de ser YO, y el saber que NO ESTOY SOLO.

(Para mi tía y primas gallegas.
Un abrazo infinito)

No fue un sueño

Y a partir de aquel instante supe que nada volvería a ser igual.

Que una tormenta se podría desatar en mitad de un día soleado.
Que cualquier noche estaría en manos del dios de las pesadillas.
Que había caído el muro que separaba el amor del odio.

Que la palabra olvido se convertiría en el mayor de los anhelos.
Que aún estando rodeado de gente, estaría atrapado por la soledad.
Que el presente pasaría sin darme cuenta y el futuro no importaría.

Y a partir de aquel instante repetiría una y otra vez, para no olvidar…

Que no fue un sueño. No fue un sueño. No fue un sueño.

No fue un sueño

Otra Navidad

Ante la avalancha de anticipadas felicitaciones de Navidad, no tengo más remedio que expresarme en los siguientes términos:

Navidad, o cuando todos los días son domingo. Calles llenas de luces, salvo aquellas donde nunca hay una luz, ni siquiera de día. Gentes llevando bolsas a todas horas, mañana, tarde, y noche. Bares en los que no cabe ni un borracho que a última hora quiera ahogar sus penas. Directores de centros comerciales cuyos rostros reflejan un eterno orgasmo. Oídos inmunizados contra los mismos villancicos, creados al principio de los tiempos, mientras se pone cara de gilipollas. Cenas familiares para comer y beber hasta reventar, mientras discutes con tus cuñados, tíos, o el fontanero que ha invitado tu mujer. Consolarse con tener salud cuando no te toca el gordo, ni el niño, ni la vecina bizca del cuarto. Días donde hay que mentalizarse para ilusionarse, pensando que enero y su cuesta están a la vuelta de la esquina y el nuevo mandamás barbudo es aficionado a las tijeras. Corazones que echan infinitamente de menos a los que ya no están, o que sí están, pero no quieren estar…

Si después de todo esto, has llegado a fin de año, aún puedes tener suerte y atragantarte con 12 uvas que te zampas como un descosido, masticando pepitas, mientras Ramón García con una capa o Carmen Sevilla equivocándose, anuncian unas campanadas, que cual cencerro de un borrego, desatan millones felicitaciones para celebrar que mañana será otro día, con las mismas miserias, tristezas, ahogos, penas y deseos de que te quieran.

Feliz Navidad para los lectores (o lector, siendo optimista) de mi blog.

Perdiendo

Cada día tengo la extraña sensación de perder algo que nunca he tenido.
Cada día es algo diferente.

Un día me lo descubre una mirada.
Otro me lo susurra un silencio.
Los más, me desarman sonrisas.
A traición, me derrotan penas.
En multitud, me lo grita una ausencia.

Algo diferente cada dia…
para que al final, me rescate el recuerdo que tendré de ti mañana.

Anestesia General

Hoy, a estas horas, hace justo un año, una camilla de un hospital en Granada, era empujada a través de innumerables y estrechos pasillos. Entraba y salía de ascensores. Sorteaba a pacientes y a sus acompañantes, hasta finalmente llegar a su destino final… un quirófano. La meta para sus chirriantes ruedas…

Hasta ahí, nada en especial. Todos los días, muchas camillas hacen el mismo camino. Muchas… Pero en esa camilla iba yo.

No estaba nada nervioso. Ese pequeñito viaje tenía que suponer el fin a meses de dolor, de noches en vela, de ambulancias con destino a frías y desesperanzadoras consultas de urgencias. El fin del sufrimiento para mi y para mi familia.

– Respira profundo. Es sólo oxígeno.

Esas son las últimas palabras que recuerdo antes de la operación. La anestesia general inundó por sorpresa todos mis sentidos. Mi cuerpo y mente la recibieron como un regalo divino.

De las siguientes tres horas, no recuerdo nada. Luego el despertar poco a poco, el éxito de la intervención, el cariño de mi familia, la recuperación poco a poco, hasta completarse finalmente unos meses despúes…

Sin embargo, aún hoy, un año después, hay muchos días en los que tengo la extraña sensación que todavía estoy tumbado en aquella camilla, con la anestesia general, sumido en un profundo e interminable sueño, esperando despertar… o quizás no despierte nunca…