Recuerdo tu risa

Y a veces,
sólo a veces,
indefenso,
por sorpresa,
a mil kilómetros de tu alma,
recuerdo tu risa,
a mi lado,
como en un sueño
que no debo soñar,
que me desarma,
rompe mis barreras,
convirtiendo mi fortaleza
en flaqueza,
anulando voluntades,
paralizándome,
maravillándome,
tu risa
venciendo cualquier obstáculo,
elevándome al cielo,
limpia,
inocente,
sincera,
sin conocer su poder sobre mi,
deteniendo el tiempo
unos segundos,
entremezclando
alegría y pena,
valor y temor,
dándomelo todo,
dejándome desamparado…

A mil kilómetros de tu alma,
recuerdo tu risa…

Seísmo

Te tengo delante.

Tu mirada se pierde ausente en tus pensamientos.

Te miro, y de repente, todo comienza a temblar a mi alrededor.

Me cojo de los brazos de la silla, pero nada se mueve. Sin embargo, no puedo dejar de sentir el terremoto.

No sé cuanto durará. Todo tiembla. Mi alma se resquebraja. Mi voluntad cae y se hace añicos. Mi corazón es un juguete que se precipitó al mar. Tristeza, asombro e ilusión amenazan con aplastarme si no me muevo. No puedo moverme. No sé a dónde ir. No sé a dónde escapar. Estoy paralizado, mientras cada uno de tus parpadeos es una sacudida aún más violenta que la anterior. No sé cuanto rato voy a poder seguir mirándote. Imposible no mirarte. No mirar tus grandes ojos tristes. Imposible no sentirme vivo.

De pronto, giras la cabeza y comienzas a hablar. Todo cesa. Fueron unos segundos. La destrucción es total. Habrá más réplicas. La quietud se hará eterna y desesperante.

Imposible reconstruirlo todo…

Andenes

Tren a casa

Los andenes siempre tienen mil historias que contar según la gente que va o viene, o a dónde vayas o de dónde regreses, o según de quién te despidas si es con un abrazo, o con dos besos que querrían ser abrazo, o si es un hasta luego, o un hasta siempre, o un hasta nunca, o un no soportaré estar sin ti, o un tengo que aguantar para no llorar, o un no me he ido y ya estoy deseando volver, o un no querer coger nunca ese tren que sabes que no tienes más remedio que coger, o tener que empezar de cero, o necesitar escapar, o alejarse para acercarse, o simplemente, coger un tren…

Encabrónate

Lo mejor de conectarte al Facebook un domingo de julio, a las 5 y media de la tarde, es que si escribes la mierda más grande del mundo, nadie la va a leer.

Puedes sentirte libre para poner lo que te de la gana, desde 7 fotos seguidas de gatitos con caras angelicales que harían vomitar hasta a la madre Teresa de Calcuta, si viviera, hasta 1 vídeo de 4 horas con la recopilación de todos los gorgoritos desafinados de David Bisbal, para deleite y disfrute de quinceañeras hostiables y desequilibradas emocionalmente, pasando por colgar 10 mensajes de cadenas con advertencias que sólo creería alguien con coeficiente intelectual de australopithecus afarensis.

Puedes escribir el texto más cursi del mundo mezclando palabras como amor, besos, risas, eternidad y microondas… que si alguien, despistado, comienza a leerlo, puedes estar seguro que no pasaría de la segunda línea.

Los domingos de julio, a las 5 y media de la tarde en Facebook, son la verdadera tabla de salvación para echar fuera todo lo que llevas dentro, para soltar toda la adrenalina y frustración que te acompaña durante la semana.

La mejor cura si no puedes pagarte un psicólogo.

Grita, desahógate, encabrónate… nadie te va a leer.