Me atreví a quererte

Me atreví a quererte, sin buscar quererte.
Sin pretenderlo.
Por sorpresa, sorprendiéndome a mi mismo.

Como un trapecista sin red, que en cada salto baila con la tragedia.
Sin importarme si tus manos estaban ahí para agarrarme,
o si nunca lo estuvieron y siempre estuve solo allí arriba.

Eso es lo que duele. No el golpe.
La incertidumbre de sentir, que aunque estabas ahí, yo seguía estando solo.
A mil kilómetros de tu silencio, solamente el muro infranqueable de tus miedos.
Siempre confiado a la red protectora de tu sonrisa.

Con el frío suelo como único e inevitable destino.
Precipitándome cada vez más y más rápido.
Sin bajar la vista.
No aceptando el final.
Buscando apoyos que se fueron.
Con la sorpresa del que no comprende nada y no puede hacer nada.

Lo que duele es la caída. No el golpe.
Me atreví a quererte…
…sin buscar quererte.

Espejismo

EspejismoEsta es una recomendación para los que les encantan los libros, y en especial, los que disfrutan con el género de la ciencia ficción. Si cumplís esos requisitos, «Espejismo» del autor norteamericano Hugh Howey, es un libro que debéis leer.

Calificado como una mezcla de Matrix, Los juegos del hambre, y el mito de la caverna de Platón, se trata de un libro muy adictivo, original, opresivo, y sorprendente, es sin duda el fenómeno literario de 2013, y en nuestro país va a pegar fuerte con la publicación de dos libros más que lo continúan.

«El libro nos traslada a un futuro en el que la Tierra es un planeta devastado donde el aire se ha vuelto tóxico. Rodeados por este paisaje desolado, algunos seres humanos sobreviven en un silo subterráneo. Allí, hombres y mujeres viven en una sociedad regulada por estrictas leyes que han sido creadas para protegerlos. El sheriff Holston, quien no ha vacilado en defender las reglas del silo durante años, de repente rompe el mayor de todos los tabúes: pide salir al exterior.
Su fatídica decisión desencadenará una serie de drásticos acontecimientos que llevará al resto de habitantes del silo a enfrentarse a algo que sólo se conoce por las historias y cuyo nombre ni siquiera se atreven a susurrar».

Ridley Scott (director de títulos como Blade Runner, Alien o Gladiator), ya ha comprado los derechos del libro para llevarlo al cine.

Un libro que me encanta, con buenísimas críticas, y que os invito a descubrir.

Más información en:

Mi Libro

Esperanza frente a la sombra es un libro donde se recopilan poemas, prosas poéticas, cuentos y pensamientos, que suelen aparecer en este blog.

Mi libro: Esperanza frente a la sombra

No lo hago con ánimo de lucro, ni busco fama. Lo que pretendo hacer una recopilación y poder tener un detalle con amigos/as míos, a los que se lo estoy regalando.

Si lo deseas, puedes acceder y comprar el libro en formato papel, en la siguiente dirección de lulu.com:

ESPERANZA FRENTE A LA SOMBRA (formato papel): http://www.lulu.com/spotlight/josemarg

O bien, puedes descargar dicho libro totalmente GRATIS en formato PDF, para leerlo en el ordenador, smartphone, tablet o lector de libros electrónicos, en la siguiente dirección:

ESPERANZA FRENTE A LA SOMBRA (formato PDF):
http://goo.gl/6ZAnZL

Cualquier comentario o sugerencia que queráis hacer, podéis hacerlo en esta página del blog.

Muchas gracias por leerme 🙂

No lo hagas

¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR?
Charles Bukowski

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

Con retraso

Todo en la vida nos llega con retraso.

Leemos periódicos que fueron escritos hace horas. Demasiado tarde para reaccionar.

La imagen de la televisión nos llega con unos segundos de retardo. Premio para el vecino que contemple antes las miserias del hipnótico caleidoscopio.

Juzgamos a delincuentes cuyo delito es imposible de reparar.

Nos cruzamos de brazos ante gobiernos que tratan de arreglar los desastres de anteriores gobiernos, mientras generan los suyos propios, aún más imperdonables.

Nos emocionamos ante unos pocos libros escritos hace años, mientras que ignoramos o despreciamos una inmensa mayoría que cambiarían nuestras vidas.

Nuestras noches están iluminadas por estrellas que quizá hace siglos que estallaron.

Tardamos en darnos cuenta de las personas que realmente merecen la pena, y repetimos una y otra vez rodeándonos del mismo tipo de imbéciles.

Añoramos pronunciar mil te quieros para gente que se fue sin ellos.

Nos enamoramos demasiado tarde, a destiempo, cuando el sol de primavera renunció por nubes de tormenta sin fin.

Morimos, justo después de darnos cuenta que no hemos vivido.

Todo en la vida nos llega con retraso.

Buscándote

Un buen día estaba, y al siguiente había desaparecido.
No había ni rastro de ella.
Desde el momento en que la perdió, Jesús trató de buscar a Susana.
No entraba en su cabeza que ella se hubiera ido.
Se negaba a aceptar que la había perdido para siempre.

Tanto compartido. Tanto vivido. No… era imposible.
Tenía que hacer algo para encontrarla.

A la primera ciudad donde llegó, se dedicó a gritar su nombre con todas sus fuerzas, día y noche… A la mañana siguiente descubrió que en esa ciudad sólo vivía gente sorda.

En la siguiente ciudad, llenó todo con carteles de la foto de Susana y su número de móvil para que alguien contactara con él… Al poco, acabó descubriendo, que se trataba de una ciudad habitada sólo por ciegos.

Siguió intentando buscarla en la próxima ciudad. En ella sus habitantes caminaban con la cabeza baja, sin mirar por donde iban. Pendientes del teléfono móvil. No respondían a ninguna pregunta, sólo tecleaban de manera febril con una leve sonrisa de gente ida en sus rostros. Miles de emoticonos. Faltas de ortografía. Envíos de rosas y gatitos. Dedos rápidos para amigos de apariencias. Nadie dijo una palabra. Ciudad de mudos.

No consiguió nada en las siguientes ciudades que visitó. En unas no hablaban con forasteros a los que veían como una amenaza, en otras sus ciudadanos pertenecían a sectas impenetrables, en otras a etnias racistas o clasistas, en otras sólo había gente egoísta con la mirada siempre puesta en su ombligo…

Jesús no pudo más, y abatido y destrozado, regreso a su casa. Algo en su interior le seguía diciendo que algún día la encontraría, pero ahora las fuerzas le habían abandonado.

Cuando volvió a entrar al dormitorio que compartía con Susana, y que estaba tal cual lo había dejado la mañana en que ella se marchó… al fin lo comprendió todo… En el espejo del dormitorio, y con uno de los pintalabios de Susana, Jesús se había levantado a medianoche, y para que ella lo viviera cuando se levantara, había escrito con todo su corazón: TE AMO.

15 minutos 37 segundos

15 minutos 37 segundos. Jaime empezó a creer, ahora sí, que en verdad las cosas le empezaban a salir bien. O al menos, que la desdicha le estaba empezando a dar una tregua.

Después de la traumática separación de Daniela, su novia de toda la vida, y de meses donde la desesperación era el único motor que guiaba sus pasos, una llamada lo había cambiado todo.

El director general de su empresa había aceptado el traslado a la oficina más cercana a su pequeño y coqueto pisito en el centro, a tan solo 15 minutos y 37 segundos andando, y sin necesidad de coger el coche, olvidarse de atascos, aparcamientos, madrugones, y demás aventuras matutinas de la vida moderna.

Si bien es cierto que todavía no había superado la ruptura, cada vez le dolía mucho menos, y la incorporación a la nueva oficina, con nuevas rutinas y nuevos compañeros, pensaba que indudablemente, haría porque acabase de olvidarla de una maldita vez.

El primer día de trabajo, se notó bastante incómodo sin saber por qué. No, no fue culpa de sus compañeros, ni de las tareas que tenía asignadas. De hecho, la ansiedad se había adueñado de él, minutos antes de llegar a la oficina. Una ansiedad que no se pudo quitar de encima durante el resto de la jornada laboral.

En los siguientes días ocurrió lo mismo. Indudablemente, el malestar le sobrevenía en el camino a la oficina. Aquella mañana, examinó cuidadosamente cada cambio, cada reacción en su estado de ánimo… hasta que al fin se dio cuenta.

Su malestar aparecía instantáneamente, por sorpresa, en unos segundos, cuando pasaba delante del restaurante italiano preferido de Daniela, donde habían ido cientos de veces y donde la Lasaña Vegetal era para ella de obligada elección. Celestial, era la palabra que usaba.

Jaime tenía que poner remedio a aquello. Sería bien fácil, daría un rodeo y aunque tardara un poco más en llegar al trabajo, merecería la pena para evitar aquella ansiedad.

Ansiedad que siguió sin remitir. En su nuevo rodeo de 15 minutos a través de las calles situadas en la dirección opuesta, Jaime se dio de bruces con la cafetería preferida de Daniela. Allí habían ido miles de veces para que ella degustara, según sus palabras, el mejor capuccino del mundo.

Mucha más ansiedad, y de nuevo un rodeo aún más pronunciado, era obligatorio para Jaime. Volvió a alejarse de aquellas calles, dio mil vueltas, anduvo por estrechas callejuelas, lugares apenas transitados, calles sin asfaltar o de mala reputación. Y cuando por fin se creyó a salvo, ante sus ojos apareció un cartel que decía «Heladería El Cucurucho». Sus piernas comenzaron a tambalearse, su vista apenas dejaba entrever una neblina. La heladería preferida de Daniela. Helado con una bola de pistacho y otra de tiramissú. A él siempre le había parecido algo repugnante, pero ella entraba en una especie de orgasmo gastronómico (su cara era la misma), con la primera chupada al cucurucho.

Jaime ya no pudo más. Aquello había sido superior a sus fuerzas. A la mañana siguiente se levantó 2 horas y 15 minutos antes, se duchó, desayunó a toda pastilla, cogió el coche, se metió en la circunvalación, se encontró con mil atascos, doscientos insultos matutinos, 5 amenazas de multas, 4 conductores suicidas, 1 perro cruzándose para rozar su guardabarros y media hora dando vueltas para aparcar bastante lejos de la oficina.

Llegó al trabajo muy muy relajado. Tardó 1 hora y 33 minutos. Sin duda, Jaime era un tipo muy afortunado con su nuevo trabajo, tan cerca de su pequeño y coqueto pisito en el centro.