“Nadie hubiera creído en los últimos años del siglo XIX que las cosas humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre y mortales, sin embargo, como la de éste; que mientras los hombres se afanaban en sus asuntos fuesen examinados y estudiados casi de tan cerca como pueden serlo en el microscopio las transitorias criaturas que pululan en una gota de agua”
(La guerra de los mundos, H.G. Wells)
Desde pequeño siempre he sentido fascinación por esta historia, y en general por cualquier historia que tuviera como protagonista las visitas de extraterrestres a nuestro mundo. Recuerdo como cuando era niño, en el cine de mi pueblo repusieron la primera versión cinematográfica (1953, dirigida por Byron Haskin) de la novela de Wells, y yo me quedaba atónito mirando aquel cartel donde se veía a una nave marciana arrasando el planeta Tierra.
Desde entonces alguna que otra vez he tenido pesadillas donde este tipo de invasión se producía en mi mundo, en mi vida, a mis seres queridos, y he de reconocer que se trata de unos de los sueños más aterradores que jamás tuve. El someterse a algo desconocido que sabes que va a destruir toda forma de vida que conoces.
Mucho ha llovido desde entonces, e inevitablemente Hollywood ha vuelto a versionar tan afamada novela (aunque la empecé a leer, he sido incapaz de acabarla), de la mano de su rey Midas, Steven Spielberg, y con un reparto encabezado por Tom Cruise, Tim Robbins y Dakota Fanning.
En La Guerra de los Mundos, Spielberg no se limita a versionar la novela cuyo eje central y digamos que único, es la lucha entre marcianos y terrícolas, exterminio y supervivencia, sino que de forma integrada totalmente en la trama, nos cuenta las peripecias de un padre por salvar a sus dos hijos de una muerte casi segura.
Para ello construye una película efectista cuando hay que serlo y dramática en la mayor parte del tiempo. Con planos magistrales como por ejemplo la huida en el todoterreno con un solo plano en el que la cámara gira varias veces alrededor del vehículo hasta que este termina alejándose.
Una invasión terroríficamente contada, sin caer en escenas de videojuego tipo Independence Day. Sin llamar nunca marcianos ni extraterrestres a los atacantes, y sin preguntarse por el por qué de sus actos, sino simplemente reflejando la lucha por sobrevivir de sus protagonistas.
En definitiva es una gran película… pero no llega a obra maestra, a pesar de momentos gloriosos como cuando se encierran en el sótano con el genial Tim Robbins. Tom Cruise está correcto y la niña Dakota Fanning está muy bien.
Quizá le falte reflejar un poco más el dramatismo de la situación, pero se ve que Spielberg quería hacer su personal visión sobre este clásico y no limitarse sólo a unas cuantas batallitas.
Muchas opiniones le ponen pegas a su final. Para mi el final es el único final que podía tener. Un final idéntico a la novela original de Wells, profundo y para nada efectista. Cualquier otro final hubiera traicionado el espíritu de la novela. ¿Se imaginan llevar a la gran pantalla la novela del Quijote y al final este no muere, sino que se casa con Dulcinea?
En definitiva, una película que te gustará más, si eres capaz de identificarte con sus personajes, con sus sufrimientos y sus miedos, con lo absurdo de cualquier guerra donde te preguntas su por qué (sea contra marcianos o no). Una película que me hizo recordar aquellas terroríficas pesadillas que tuve de niño…