Hay noches en las que empiezo a escribir sin rumbo fijo. Una palabra sigue a otra, y esta a otra, encadenando frases no previstas. Puedes llamarle escritura automática, desvarío… Yo prefiero llamarlo huida, o liberación.
Sacar lo que me golpea una y otra vez, en forma de poema, reflexión o sin sentido que quizá borre inmediatamente. Exorcizar mis sentimientos, mis miedos prestados a personajes no tan ficticios. Desnudar lo más profundo de mi ser, lo más sagrado, lo que soy y siempre seré. Vestir emociones que me embargan o que anhelo poseer. A veces solo dura unos minutos, otras veces, unas pocas horas. Me emborracho de ideas que se entremezclan, luchando por descifrar el sentido para el que vieron la luz.
El final nunca es el final, solo un punto y seguido, un grito de basta ya, un remedio momentáneo pero nunca la cura. En esas noches, acallo un poco los fantasmas que me visitan en sueños. Es mi forma de protegerme de ellos. De liberarme de sus cadenas y sentirme volar. De olvidar que alguna vez existieron y me atenazaron en sus sombras.
Por la mañana ya nada tendrá sentido, el objetivo solo será un vago recuerdo… y quizá, al leer estas palabras sin rumbo fijo, sienta que debo borrarlas para siempre…